






Que tú, o quien quiera que sea, identifique a Dios con el número cero o con las sillas de plástico de publicidad de la Coca-Cola o con cualquier otra cosa, no da realidad a Dios. Si yo digo que tengo un unicornio verde en mi jardín, por más que diga que sea verde, o azul o grande o pequeño, no le doy ninguna existencia al unicornio.
En otras palabras, para que una gafa sea de sol, primero tiene que ser una gafa, no lo digo yo, lo dice Aristóteles. O lo que es lo mismo, para que tu Dios sea el cero o verde o omnipotente, primero tiene que existir y, ahora, ¿me demuestras su existencia?