
Iniciado por
Torquemada
Muy interesante tu historia. Muchas veces me pregunto qué es lo que motiva a un hombre a hacer el papel de santo. Considerando que el celibato fue un invento del siglo IV, donde elementos como San Agustín, después de haber llevado una vida promiscua, lograron imponer el celibato, no entiendo como un hombre, como tal, o sea, en toda su integridad, pueda prescindir de la necesaria compañía de una mujer para "consolarle" y calentarle en las noches frías.
La historia continúa:
Jean de Boss era un belga muy bien parecido, que garantizaba la audiencia de mujeres burguesas a sus desayunos-conferencias. Fue asignado a México, el lugar equivocado, porque su vocación eran las damas, no los indios.
Mi mujer, en su gimnasio, tenía una cliente super-mujer (igual que Jean era un super-hombre). Se conocieron y ¡volaron los hábitos!.
En las confesiones de la cena, Jean nos dijo que su falsa vocación era culpa de su madre, una flamenca fanática que "condenó" a su hijo a ser sacerdote.
Obviamente la super-mujer a que me refiero, con su presencia, hizo estallar en pedazos cualquier fe, vocación, celibato, promesa.
¡Así es esto de las hormonas!
Una pequeña dosis de mí...así, pequeñita, para no intoxicarme con mis estupideces.