Tus palabras están en contra de lo que enseña el Evangelio. Tú no estabas allí, pero los apóstoles que escribieron el Evangelio sí estaban allí y vieron lo sucedido. Y lo que sucedió, lo escribieron en los libros del Evangelio. Y ahora tú lo niegas. Si no enseñas lo que enseña el Evangelio, ¿qué es lo que tú quieres predicar?