Desde mi infancia estoy acostumbrado a oír frases lapidarias (porque las dijo Jesús), como: “Nadie puede servir a dos señores”, o “El que no está conmigo, está contra mí”.

El paso de los años (y la vida misma) me han hecho concluir que la persona que las pronunció era intransigente.

En lo de: “Nadie puede servir a dos señores”, ya he dado mis razones en otra ocasión.

En lo de: “El que no está conmigo, está contra mí”, Jesús se pasó bastantes pueblos. En pleno siglo XXI, voy a usar lo que usaba Jesús para transmitir su discurso: la parábola.

Supongamos en una final de fútbol internacional, juegan los equipos A y B. El campo está abarrotado con seguidores de ambos equipos, y con un número indeterminado de aficionados, que solamente buscan que haya muy buenas jugadas.

Los del equipo A desearían que el partido terminara con el resultado de 9-0 a favor de su equipo. Lo contrario que desean los del equipo B. ¿Y que desean los aficionados neutrales? Que el partido termine 9-9, y que haya penaltis. Y que gane el mejor.

Estos últimos, nunca formarán disturbios, sea el resultado que sea.