Cuando lees los evangelios y llegas al final de los mismos, te das cuenta que han narrado pasajes que nunca sucedieron.
La actitud de TODOS los discípulos y seguidores así lo dan a entender.
Jesús nunca dijo que era hijo de Dios.
Jesús nunca dijo que iba a morir.
Jesús nunca dijo que iba a resucitar.
Después de la muerte de Jesús, los discípulos estaban acobardados. Nadie se esperaba lo que había sucedido.
Ante la noticia que les dieron las mujeres de que Jesús había resucitado, les pareció locura (signo de que Jesús nada les había dicho sobre esto).
Nadie de sus muchísimos seguidores fue al tercer día al sepulcro para verle resucitar.
Jesús sí estaba convencido de que la venida del reino de Dios era inminente, y sus discípulos también lo creían así, y así lo enseñaban.
Lo malo fue que esa venida se iba demorando más de lo previsto.
En las dos cartas de Pedro se puede observar cómo va cambiando el discurso ante la demora. Menos mal que en las Escrituras encontró justificación (como acostumbran a hacer los creyentes).
“Pero el fin de todas las cosas se acerca. Sean pues ustedes prudentes y de espíritu sobrio para la oración”.
(1 Pedro 4:7 NBLA)
“Pero, amados, no ignoren esto: que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 9 El Señor no se tarda en cumplir Su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con ustedes, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento”.
(2 Pedro 3:8-9 NBLA)
La Verdad nos hará libres.