Iniciado por
Lombardo
Llevo algunos dias entrando en esta conversación y me he decidido a intervenir para dar mi opinión en un asunto que considero de crucial importancia. La presencia real o no de Cristo en la Eucaristía. Para mí nada hay más comprensible que un ateo lo niegue, o incluso un creyente de otra religión. Pero que alguien que se llame cristiano niegue algo así me parece un gravísimo error amén de un pecado muy grave.
Parece que hay quien se piensa que el Catecismo de la Iglesia Católica viene a ser un libro que escribieron los obispos una tarde que estaban aburridos y sin nada que hacer. Craso error. El Catecismo es la culminación de más de dos mil años de seguimiento a Cristo, de estudio, de reflexiones, de revelaciones y de explicaciones. En definitiva, de acompañamiento del Espíritu Santo. Se posee muy poca fe en Cristo cuando se le desacredita y se le niegan sus afirmaciones más importantes, entre las cuales están la institución de la Eucaristía, la fundación de una Iglesia a la que avala la sucesión apostólica y la promesa de acompañarla hasta el fin de los dias.
Es un pecado grave de soberbia y arrogancia pretender erigirse en intérprete escogido por el E.S. para dar nuevas claves en la lectura de las Sagradas Escrituras que contradicen a los Padres de la Iglesia, a los Doctores y a todos y cada uno de los Santos que comprendieron la realidad de la presencia de Cristo en la Sagrada Forma y de la más que necesaria comunión con el Magisterio de la Iglesia. Gigantes de la talla de Santo Tomás de Aquino, San Agustín, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Ävila, San Francisco de Sales y un sinfín de monstruos de la fe incluidos los primeros cristianos que conocieron personalmente o muy de cerca a Jesús hubieran preferido que les desollaran vivos antes de negar la presencia real de Cristo en la Eucaristía, verdadero alimento del alma cristiana.
No se trata de desacreditar a nadie, pero una de las graves carencias de ésta época que nos ha tocado vivir es el conflicto que muchos se plantean para aceptar la autoridad, y en este asunto, lo tiene la Iglesia, sabia de puro vieja. Se es muy poco humilde cuando se busca notoriedad y un mucho pretencioso cuando se pretende saber más que los sabios.
Probablemente estas personas despistadas donde las haya han leido muy poco a los grandes santos de la Iglesia y no han podido disfrutar de su hondura, de su entrega y de su empeño por la comunión y la unidad.