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Esas cartas dicen por inspiración del espíritu santo que obedezcamos las leyes siempre que no entren en conflictos con las leyes del todopoderoso.
Los verdaderos cristianos nos esforzamos a conciencia por seguir los principios expuestos en Romanos 13:1-7. Si leemos este pasaje, veremos que habla de “las autoridades superiores”, o sea, de los gobiernos.
Jehová permite que existan para que realicen algunas funciones importantes, como mantener el orden y proporcionar diversos servicios. ¿De qué manera respetamos a estas autoridades? Obedeciendo sus disposiciones. Así, nos aseguramos de pagar los impuestos, llenar correctamente los formularios o documentos que nos exijan y cumplir todas las leyes, sea que tengan que ver con uno mismo, o con la familia, el negocio o la propiedad. Ahora bien, si nos mandan desobedecer a Dios, nos negamos rotundamente. Como los apóstoles, respondemos: “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres”
Además, todos los cristianos, al igual que Pablo, evaluamos con cuidado la forma y el momento en que utilizaremos nuestros derechos legales para recibir protección. Cuando es necesario, recurrimos a los tribunales locales, nacionales e incluso internacionales para conseguir el amparo jurídico que nos permita seguir adorando a Dios. Pero nuestra aspiración no*es realizar reformas sociales, sino, más bien, “defender y establecer legalmente las buenas nuevas”, tal como indicó el apóstol a la congregación de Filipos unos diez años después de su encarcelamiento en esa ciudad
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