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tomas0402
Siempre la Iglesia Católica, cuando no era poderosa, ha estado del lado de los poderosos. “De casta le viene al galgo”.
Su predominio y auge sobre el cristianismo, procede de los deseos y órdenes de un emperador romano, que a su vez se creía ejecutor de la “voluntad celestial”.
El Jesús de Nazaret queda muy lejos del Jesucristo de Pablo, y ambos muy lejos de la Iglesia Católica.
El edicto imperial de Tesalónica lo pondría en estos términos:
«Queremos que todos los pueblos que son gobernados por la administración de nuestra clemencia profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos, que hasta hoy se ha predicado como la predicó él mismo, y que es evidente que profesan el pontífice Dámaso y el obispo de Alejandría, Pedro, hombre de santidad apostólica. Esto es, según la doctrina apostólica y la doctrina evangélica creemos en la divinidad única del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo bajo el concepto de igual majestad y de la piadosa Trinidad. Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial».
(Fragmento del edicto de Tesalónica, dictado en 380 d.C. Código Teodosiano 16 1.2.)
Así, los cristianos del credo de Atanasio, por orden imperial, fueron convertidos en «cristianos católicos».
De un plumazo. De vergüenza.
Viene siendo como el partido único que vemos en China, en Rusia, en Cuba para no seguir nombrando.
Pero se golpean el pecho diciendo "miren miren como no permiten que la gente piense por su cuenta".
Ocurre que, como lo he repetido tantas veces: todos nosotros (me incluyo), al pararnos frente un espejo nos miramos, pero raramente nos vemos.
Jamás comprenderás la inmensidad de La Nada.