El Doctor Senén Vidal, en su obra Los escritos originales de la comunidad del discípulo “amigo” de Jesús (Editorial Sígueme, Salamanca, 1997) vertió así Juan 1:1:
En el principio ya existía la Palabra, la Palabra estaba con Dios, la Palabra era divina
E incluyó al pie la siguiente nota (corchetes de la obra):
«Divina»: theos (sin artículo) es predicado; no se identifica al logos con ho theos («Dios»), sino que se afirma su «divinidad» (así también, p. e., en Filón, que llama al logos theos [‘divino’], pero no ho theos [‘Dios’])
Es muy interesante mencionar aquí otra obra de Senén Vidal. Se trata de Las cartas originales de Pablo (Editorial Trotta, Madrid, 1996, pág. 301). En esta obra Vidal tradujo así Filipenses 2:6:
“Él, teniendo un modo de existencia divino, no quiso aprovecharse de esa su condición divina”
E incluyó la siguiente nota a pie de página (cursivas del autor, las negritas son mías):
“Teniendo un modo de existencia divino”: ʻexistiendo (hyparchon) en el modo de existencia (en morphe) de un dios (theou sin artículo: divino)ʼ
Por último, mencionaré al conocido teólogo católico Dr. Francis J. Moloney quien en su obra El evangelio de Juan (Editorial Verbo Divino, Estella, 2005), vierte así la última frase de Juan 1:1:
“Lo que Dios era también lo era la Palabra”.
Y hace estos comentarios:
Este versículo concluye con una descripción de las consecuencias de la intensa intimidad entre La Palabra y Dios. Aunque tradicionalmente se ha traducido como «y la Palabra era Dios», hay un peligro de que el lector contemporáneo pliegue en una sola entidad la Palabra y Dios: ambos son Dios. El autor se ha tomado la gran molestia de indicar que debe evitarse una identificación entre la Palabra y Dios. La frase griega (kai teso [sic] ēn ho logos) coloca el complemento (theos: Dios) antes del verbo «ser» sin ponerle un artículo. Es extremadamente difícil captar este matiz en español, pero el autor evita decir que la Palabra y Dios eran una y la misma cosa. La traducción «lo que Dios era también lo era la Palabra» indica que la Palabra y Dios mantienen su singularidad, no obstante
la unidad que fluye de su intimidad. […]
Lo que Dios era también lo era la Palabra. Desde el punto de vista sintáctico, la frase kai theos ēn ho logos, al colocar el complemento sin artículo antes del verbo «ser» y seguir con el sujeto con artículo, mantiene la distinción entre ho logos y ho theos en el v 1b, pero indica que su intimidad hace a uno lo que es el otro. Como Dios es divino también la Palabra es divina, pero
la Palabra no se identifica con Dios.