En Deuteronomio 28,49-58, Yahvé amenaza al pueblo de Israel si no cumple al dedillo sus estrafalarias leyes. En un mar de castigos que harían parecer a Adolfo Hitler como una niñita exploradora3, Yahvé promete enviar un asedio enemigo tan aterrador al pueblo, que la hambruna haría que las mujeres inocentes del pueblo del pecador se comieran a sus propios hijos y a sus placentas:
"Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades, que aun la más tierna y sensible de tus mujeres, tan sensible y tierna que no se atrevería a rozar el suelo con la planta de los pies, no tendrá compasión de su propio esposo al que ama, ni de sus hijos ni de su hijas. No compartirá el hijo que acaba de parir, ni su placenta, sino que se los comerá en secreto, pues será lo único que le quede. ¡Tal será la angustia que te hará sentir tu enemigo durante el asedio de todas tus ciudades!" (Deuteronomio 28,55-57 NVI)
No es el único caso. Ezequiel 5,10 es otra versión concisa de esa amenaza. Quien dude que se efectuara puede leer 2Reyes 6,28-29, y Lamentaciones 2,1-22 y 4,4. En el primero, la amenaza se lleva a cabo de forma grotesca, según la queja una samaritana ante su rey: "Esta mujer me dijo: Da acá tu hijo, y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío. Cocimos, pues, a mi hijo, y lo comimos. El día siguiente yo le dije: Da acá tu hijo, y comámoslo. Mas ella ha escondido a su hijo" (RVR1960). Y para el lector que dude de la bondad de las madres que esto hicieron, Lamentaciones 4,10 les aclarará que no eran malvadas sino "mujeres justas". Dejando a un lado la afición de Yahvé por el canibalismo de madres inocentes con sus propios hijitos inocentes, es ilustrativo considerar el sino de las víctimas pertinentes para este estudio:
"La lengua del niño de pecho se pegó a su paladar por la sed; Los pequeñuelos pidieron pan, y no hubo quien se lo repartiese." (Lamentaciones 4,4 RVR1960).
"Mis ojos desfallecieron de lágrimas, se conmovieron mis entrañas, Mi hígado se derramó por tierra a causa del quebrantamiento de la hija de mi pueblo, cuando desfallecía el niño y el que mamaba, en las plazas de la ciudad. Decían a sus madres: ¿Dónde está el trigo y el vino? Desfallecían como heridos en las calles de la ciudad, Derramando sus almas en el regazo de sus madres." (Lamentaciones 2,11-12 RVR1960).
"¡Levántate, da voces en la noche al comenzar las vigilias! Derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; alza a él tus manos implorando la vida de tus niñitos, que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles. Mira, Jehová, y considera a quién has tratado así. ¿Habrán de comerse las mujeres el fruto de sus entrañas, a los niñitos que antes cuidaban tiernamente? ¿Habrán de ser muertos en el santuario del Señor el sacerdote y el profeta? Niños y viejos yacen por tierra en las calles; mis vírgenes y mis jóvenes han caído a espada. Mataste en el día de tu furor. Degollaste y no perdonaste. " (Lamentaciones 2,19-21 RVR1995)
Nadie que lea esto puede seguir argumentando que a Yahvé le importan los niños indefensos. A esa deidad le tiene sin cuidado el hambre, la sed, el dolor, e incluso el asesinato infantil ya que lo usa como medio de castigo. Los niños de pecho inocentes de personas inocentes que viven en el pueblo de un idólatra terminan muriendo de inanición y de sed; sus padres inocentes terminan obligados a comerse a sus propios hijos... todo para castigar comunitariamente el pecado de algún morador de la ciudad. Yahvé mata de inanición a bebés sólo para vengarse de sus padres, no obstante la inocencia de los infantes. Es la cosificación de los niños:
usarlos como medios, utilizarlos para desquitarse los pecadores. Bastaba vivir en el mismo pueblo del pecador para sufrir el castigo caníbal de Yahvé; bastaba ser niño de pecho en ese pueblo para morir de hambre y sed. Ese es el alto
valor que Yahvé da a la vida de los niños inocentes.
A pesar de lo abominable de la naturaleza infanticida de Yahvé, su repertorio de técnicas de vendetta no acaba ahí:
"Hija de Babilonia la desolada, bienaventurado el que te diere el pago de lo que tú nos hiciste. Dichoso el que tomare y estrellare tus niños contra la peña." (Salmos 137,8-9 RVR1960).