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KIMO
La Ley que se dio a Israel a través de Moisés
incluía entre sus disposiciones la institución
de un sacerdocio y las ofrendas de sacrificios de animales.
Como muestra el apóstol Pablo bajo inspiración,
aunque la Ley provenía de Dios, por lo que era perfecta,
ni la Ley ni el sacerdocio ni los sacrificios mismos
hicieron perfectos a los que se esforzaban por cumplirla.
(Heb 7:11,*19; 10:1.)
Pero, todas estas disposiciones divinas cumplieron
con el propósito designado por Dios:
la Ley sirvió de “tutor” para conducir a los hombres al Cristo,
fue una “sombra [perfecta] de las buenas cosas por venir”.
(Gál 3:19-25; Heb 10:1.)