(Hebreos 10:10)
Por esa voluntad hemos sido santificados
mediante el cuerpo de Jesucristo,
que fue ofrecido una vez y para siempre.
(Revelación 1:5)
y de Jesucristo,
y que nos desató de nuestros pecados
por medio de su propia sangre
(1 Juan 1:7)
La sangre de Jesús su Hijo
nos limpia de todo pecado.