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KIMO
Jehová mandó al antiguo Israel que guerreara para tomar posesión de la tierra que él mismo había señalado como herencia para ellos, y para ejecutar a personas cuyas prácticas depravadas y desprecio del Dios verdadero habían hecho que Jehová ya no las considerara dignas de vivir
No obstante, se mostró misericordia a Rahab y a los gabaonitas porque demostraron fe en Jehová . En el pacto de la Ley, Dios estableció reglas para la clase de guerra que aprobaría, y estipuló excepciones y cómo debería efectuarse este guerrear. Aquellos conflictos fueron verdaderamente guerras santas de Jehová. Eso no es cierto del guerrear carnal de ninguna nación de hoy día.
Al establecerse la congregación cristiana, surgió una nueva situación. Los cristianos no están bajo la Ley de Moisés. Los seguidores de Cristo habían de hacer discípulos de gente de todas las naciones; por eso, con el tiempo habría adoradores del Dios verdadero en todas aquellas naciones. Sin embargo, ¿qué motivo impulsa a tales naciones cuando van a la guerra? ¿Es llevar a cabo la voluntad del Creador de toda la Tierra, o es adelantar algún interés nacionalista?
Si los cristianos verdaderos de una nación fueran a guerrear contra otra nación, estarían peleando contra compañeros de creencia, contra personas que pedirían ayuda en oración al mismo Dios a quienes ellos pedirían ayuda. Apropiadamente, Cristo mandó a sus seguidores que depusieran la espada (Mat. 26:52). Desde entonces en adelante él mismo, glorificado en los cielos, llevaría a cabo la ejecución de los que desafiaran al Dios verdadero y Su voluntad. (2 Tes. 1:6-8; Rev. 19:11-21.)