[EL DIOS EMOTIVO, comentario 70]
El desequilibrio antrópico general en materia de sensatez parece estar de acuerdo con lo que dice el Génesis acerca de la caída de la primera pareja humana en el error y el traspaso hereditario (tal vez epigenético en gran medida) de una mala condición psicofísica adquirida a la prole, al apartarse dicha pareja de la guía del Creador y entrar en una fase degenerativa (física y mental). Es lo que muchos clérigos han denominado “pecado original”, es decir, el delito de rebelión de nuestros primeros padres humanos contra Dios, allá en el jardín de Edén, según expresa el relato sagrado. No obstante, la manera en que se ha presentado dicho error en las doctrinas impositivas eclesiásticas ha hecho que mucha gente, disconforme con la dogmática clerical y alborotada por las ideas ultraliberales y materialistas contemporáneas, rompa dramáticamente con estas enseñanzas e incluso vea en ellas una filtración de estupidez ancestral que debe ser ridiculizada. El problema es que los anticlericales no sólo han arremetido contra las doctrinas eclesiásticas sino también contra la propia sagrada escritura, al confunir ésta con una prolongación sublimada del credo particular de cada gran colectivo religioso que se autodenomina cristiano.