En esas palabras del Evangelio podemos ver claramente que Jesucristo no justificó que unos tengan muchas riquezas mientras que otros viven en la miseria, sino todo lo contrario: les mandó a los ricos que lo dieran todo a los pobres. Los que no hacen lo que Jesucristo les mandó, no aman a sus prójimos como a sí mismos.
Los apóstoles y primeros cristianos todo lo tenían en común y a nada llamaban propio:
"Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que traducido es, Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles". (Hechos 4:32-37)