Por medio de él conseguimos la liberación por rescate
mediante su sangre, sí, el perdón de nuestras ofensas,
según las riquezas de la bondad inmerecida de Dios.

CARTA A LOS EFESIOS
capitulo UNO
Versiculo SIETE 7




El sacrificio que Jesús hizo al entregar su vida por la humanidad
significa mucho para quienes lo amamos a él y a su Padre


Estoy clavado al madero con Cristo.
Ya no soy yo el que vive, sino que es Cristo
el que vive en unión conmigo.
Así es, la vida que ahora vivo en este cuerpo
la vivo por la fe en el Hijo de Dios,
quien me amó y se entregó por mí

Gál. 2:20

Sin embargo, lo que realmente nos liberó del pecado
fue lo que Jesús hizo después de su muerte y resurrección.
De hecho, a eso apuntaban las instrucciones de la Ley
para el Día de Expiación.
Ese día, el sumo sacerdote entraba
con parte de la sangre de los sacrificios animales
en el Santísimo del tabernáculo —y más tarde del templo—,
y allí la presentaba ante Jehová, como si estuviera en su presencia
(Lev. 16:11-15).

De la misma manera, tras su resurrección,
Jesús subió al cielo y allí presentó el valor de su sangre humana ante Jehová

(Heb. 9:6, 7, 11-14, 24-28).

¡Cuánto agradecemos que lo hiciera!
Gracias a nuestra fe en el valor de esa sangre,
Dios nos perdona los pecados
y podemos disfrutar de una conciencia limpia.
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