
Iniciado por
Metatron
No es que sea desconfiado, eh, pero algunas cosillas he aprendido en mi vida y de entre ellas, que en un enfrentamiento de veras, de esos en que uno se juega la integridad, no debo mirar a los ojos a mi rival. Debo mirar su pecho, punto desde el que tengo más fácilmente controlados los movimientos de sus brazos. Además, esos cortísimos segundos son preciosos, de modo que en verdad mirarle los ojos se hace un lujo. No verle a los ojos ayuda mucho con la frialdad del acto, ayuda a no sentir compasión y a hacer lo que se debe hacer sin asomo de dudas.