Ayer salí de la civilización y me desplace al campo, hay un lugar en Nabarra, bajo la sierra de Urbasa al que le tengo cariño, el entorno rural ofrece al visitante la posibilidad de descansar del molesto ruido, y, respirar un aire menos viciado que el de las urbes.

No vivo en una gran ciudad, aun así el ajetreo cotidiano de coches y gentes se hace notorio. Pareciera que es imposible sentirse solo en medio de tanta gente, pero no es a la gente lo que se percibe en las ciudades, tan solo es ruido, demasiado ruido.

Por eso es por lo que agradezco tanto alejarme de vez en cuando a algún sitio mas tranquilo, donde el sonido de las personas sea lo que se hace notorio, mientras escribo, a mi izquierda unos niños juegan en el futbolín, los escucho perfectamente, un poco mas adelante unas señoras hablan de sus cosas mientra se hacen fotos, risas y alegres comentarios sobre lo bien que quedaron en la foto envuelven el ambiente.
No hay nada mas que silencio, silencio tan solo interrumpido por el sonido de las personas, si, es bueno pararse a escucharlas, puede sorprenderte la alegría, como algo realmente extraño y escaso en estos tiempos angustiosos que nos toca vivir.

Esta es la de ayer.