A diferencia del fariseo que se para audazmente en el templo
recitando sus oraciones de autofelicitación, el publicano se quedó "lejos" o "a distancia.
El publicano exhibe precisamente lo que Jesús habló en el Sermón del Monte:
"Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos" (Mateo 5:3).
Ser pobre en espíritu significa admitir que no tenemos nada que ofrecer a Dios para expiar nuestro pecado.
Nos acercamos a Dios como vacíos, empobrecidos,
despreciados, en bancarrota, dignos de lástima y desesperados.
El publicano reconoce su condición pecadora y busca lo único que puede salvar la brecha entre él y Dios.
"Dios, sé propicio a mí, pecador", clama, y sabemos por el final de la parábola que Dios
escuchó su oración pidiendo misericordia y la respondió.
Jesús nos dice en el versículo 14 que el publicano se fue justificado (hecho justo) porque se humilló ante Dios,
confesando que ninguna obra podría salvarlo de su pecado y que solo la misericordia de Dios podría hacerlo.
Ninguna cantidad de buenas obras, asistencia a la iglesia,
diezmos, servicio comunitario, amor al prójimo o cualquier otra cosa que hagamos
es suficiente para quitar la mancha del pecado y permitirnos
presentarnos delante de un Dios santo por nuestros propios medios.
Por eso Dios envió a Jesús a morir
Además, no debemos cometer el error de compararnos con los demás
y ganar confianza de lo que vemos en esa comparación.
De hecho, Jesús específicamente nos advierte contra esta actitud al comienzo de la parábola.
Cuando intentamos justificarnos comparándonos con los demás,
naturalmente terminamos despreciándolos.
Nuestro estándar de comparación es Dios mismo
y todos estamos destituidos de Su gloria
(Romanos 3:23) Porque todos han pecado y no alcanzan la gloria de Dios,
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)
Pero tú kimo no es tu caso.
Tú tienes mucho que ofrecer a Jesucristo pero no quieres, porque hasta aquí ha llegado desde que estamos aquí el Evangelio, y déjame decirte, que tú ya no tienes excusa.
Volviendo al tema este tan interesante de el fariseo que se penso que era mejor que los demas
y fue rechazado por Dios
Mat. 7:21-23: “No todo el que me dice:
‘Señor, Señor,’ entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día:
‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre?’
Y sin embargo, entonces les confesaré:
¡Nunca los conocí! Apártense de mí, obreros del desafuero.”
LA VOLUNTAD DEL PADRE
PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA
Ninguna cantidad de buenas obras, asistencia a la iglesia,
diezmos, servicio comunitario, amor al prójimo o cualquier otra cosa que hagamos
es suficiente para quitar la mancha del pecado y permitirnos
presentarnos delante de un Dios santo por nuestros propios medios.
Por eso Dios envió a Jesús a morir
Además, no debemos cometer el error de compararnos con los demás
y ganar confianza de lo que vemos en esa comparación.
De hecho, Jesús específicamente nos advierte contra esta actitud al comienzo de la parábola.
Cuando intentamos justificarnos comparándonos con los demás,
naturalmente terminamos despreciándolos.
Nuestro estándar de comparación es Dios mismo
y todos estamos destituidos de Su gloria
(Romanos 3:23) Porque todos han pecado y no alcanzan la gloria de Dios,
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)