Porque todo el que se engrandece será humillado,
pero el que actúa con humildad será engrandecido”
(Lucas 18:13, 14).

El fariseo como Roberto
se creen muy justos
y miran a otros con desprecio.

Por eso, Jesús les relata otra historia:“Dos hombres subieron al templo a orar:
uno era fariseo y el otro cobrador de impuestos.
El fariseo se levantó y se puso a orar en su interior. Decía:
‘Oh, Dios, te doy las gracias porque no soy como todos los demás:
extorsionadores, injustos, adúlteros...,
ni tampoco soy como este cobrador de impuestos.

Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que obtengo’” (Lucas 18:10-12).

Los fariseos como Roberto
son conocidos por hacer en público llamativas muestras de su supuesta justicia. Lo hacen para impresionar

Jesús continúa: “Pero el cobrador de impuestos, de pie a cierta distancia,
ni siquiera se atrevía a levantar la vista al cielo,
sino que se golpeaba el pecho y decía: ‘Oh, Dios, ten misericordia de mí, que soy pecador’”.

Como el cobrador de impuestos reconoce con humildad sus defectos, Jesús concluye:
“Les digo que este hombre bajó a su casa resultando ser más justo que el fariseo
Porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que actúa con humildad será engrandecido” (Lucas 18:13, 14).