Pablo entendía que Jesús había muerto por él
porque le encomendó predicar a otros.

Explicó:
Estoy agradecido a Cristo Jesús nuestro Señor,
que me impartió poder, porque me consideró fiel
y me asignó a un ministerio, aunque antes era blasfemo
y perseguidor y hombre insolente”
(1 Tim. 1:12-14).

Recibir tal asignación le dio la seguridad de que
Jesús le mostraba misericordia, lo amaba y confiaba en él.


Jesús también nos ha encomendado
a cada uno de nosotros predicar el Reino