Se cumplieron los acontecimientos de las últimas partes de Daniel 9:26 y 27.
La historia registra que Tito, el hijo del emperador Vespasiano de Roma,
fue el caudillo de las fuerzas romanas que atacaron Jerusalén.
Estos ejércitos en realidad entraron en Jerusalén y en el templo mismo como una inundación,
y desolaron la ciudad y su templo.
El que los ejércitos paganos se estacionaran en el lugar santo los convirtió en una “cosa repugnante”. (Mt 24:15.)
Todos los intentos por impedir que Jerusalén llegara a su fin fracasaron,
pues Dios había decretado: “Lo que está decidido es desolaciones”,
y “hasta un exterminio, la misma cosa que se ha decidido
irá derramándose también sobre el que yace desolado”.
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)