Caifás envió soldados para que detuvieran a Jesús al amparo de la noche. Jesús era consciente de este acto tan cobarde. Por eso, durante la última cena con sus apóstoles, les pidió que buscaran unas espadas. Con dos sería suficiente para enseñarles una lección fundamental (Luc. 22:36-38). Esa misma noche, Pedro se indignó tanto por lo injusto de la situación que atacó con una espada a uno de los que llegaron para detener a Jesús (Juan 18:10). Pero Cristo le dijo a Pedro: Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada perecerán por la espada (Mat. 26:52, 53).
Aquella clara lección concordaba con lo que Jesús había dicho en oración un poco antes: que sus discípulos no debían ser parte del mundo (Juan 17:16).