
Iniciado por
Eli_yahu
Negacionistas enfermitos de mente y llenos de odio ... cegaditos a la realidad, y además fanfarrones. Les gusta abrir su bocota para ofender y hablar sin saber, pero cerrar sus orejitas para no oir y aprender.
No es la mía una familia carente de distinción, sino que desciende de los
sacerdotes. Cada pueblo tiene un signo de nobleza, y así, entre nosotros, la
participación en el sacerdocio es prueba de un linaje ilustre. Y mi familia no
sólo proviene de sacerdotes sino también de la primera de las veinticuatro
clases (y en esto la diferencia es grande) y de la más noble de sus tribus. Soy,
además, de estirpe real por mi madre, pues los descendientes de Asmoneo, sus
antepasados, fueron sumos sacerdotes y reyes de nuestro pueblo durante
muchísimo tiempo. Relataré la sucesión: fue nuestro tatarabuelo Simón,
apodado el Tartamudo, que vivió en la época en que era sumo sacerdote el hijo
de Simón, el primero de los sumos sacerdotes que ostentó el nombre de
Hircano. Simón el Tartamudo tuvo nueve hijos, entre ellos Matías, llamado
hijo de Efeo. Éste se casó con una hija del sumo sacerdote Jonatán, el primer
hijo de Asmoneo que alcanzó el sumo sacerdocio, hermano del también sumo
sacerdote Simón. Tuvo un hijo, Matías, apodado el Jorobado, cuando Hircano
cumplía el primer año de su reinado. Matías a su vez tuvo un hijo, Josefo, en
el noveno año del reinado de Alejandría, de Josefo nació Matías, en el décimo
año del reinado de Arquelao, y de Matías nací yo, en el primer año del
principado de Gayo César. Tengo tres hijos: Hircano, el mayor, nació en el
cuarto año del principado de Vespasiano César; Justo, en el séptimo y Agripa,
en el noveno. Cito la sucesión cronológica de nuestra familia tal como la he
encontrado registrada en los archivos públicos, sin preocuparme de los que
intentan calumniarnos. (AUTOBIOGRAFÍA de Flavio Josefo 1,6).
Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesárea, Cap. 7,
1 Puesto que, al escribir sus evangelios, Mateo y Lucas nos han transmitido genealogías diferentes acerca de Cristo y a muchos les parece que discrepan, y como cada creyente, por ignorancia de la verdad, se ha esforzado en inventar sobre esos pasajes, vamos a aducir las consideraciones sobre este tema llegadas a nosotros y que Africano, mencionado poco ha, recuerda en carta a Arí sudes acerca de la concordancia de la genealogía en los evangelios. Refuta las opiniones de los demás por forzadas y mentirosas, y expone el parecer que él ha recibido, en estos mismos términos:
2 «Porque, efectivamente, en Israel los nombres de las familias se enumeraban, o bien según la naturaleza, o bien según la ley. Según la naturaleza, por sucesión de nacimiento legítimo; según la ley, cuando uno moría sin hijos y su hermano los engendraba para conservar su nombre (la razón es que aún no se había dado una esperanza clara de resurrección, y remedaban la prometida resurrección futura con una resurrección mortal, con el fin de que se perpetuara el nombre del difunto).
3 »Como quiera, pues, que los incluidos en esta genealogía unos se sucedieron por vía natural de padres a hijos, y los otros, aunque engendrados por unos, recibían el nombre de otros, de ambos grupos se hace memoria: de los que fueron engendrados y de los que pasaron por serlo.
4 »De este modo, ninguno de los dos evangelios engaña: enumeran según la naturaleza y según la ley. Efectivamente, dos familias, que descendían de Salomón y de Natán respectivamente, estaban mutuamente entrelazadas a causa de las resurrecciones de los que habían muerto sin hijos, de las segundas nupcias y de la resurrección de descendencia, de suerte que es justo considerar a unos mismos individuos en diferentes ocasiones hijos de diferentes padres, de los ficticios o de los verdaderos, y también que ambas genealogías son estrictamente verdaderas y llegan hasta José por caminos complicados, pero exactos.
5 »Mas, para que lo dicho resulte claro, voy a explicar la transposición de los linajes. Quien va enumerando las generaciones a partir de David y a través de Salomón se encuentra con que el tercero por el final es Matán, el cual engendró a Jacob, padre de José. Mas, partiendo de Natán, hijo de David, según Lucas, también el tercero por el final es Meiquí, pues José era hijo de Helí, hijo de Meiquí.
6 »Por lo tanto, siendo José nuestro punto de atención, hay que demostrar cómo es que se nos presenta como padre suyo a uno y a otro: a Jacob, que trae su linaje de Salomón, y a Helí, que desciende de Natán; y de qué modo, en primer lugar los dos, Jacob y Helí, son hermanos; y aun antes, cómo es que los padres de éstos, Matán y Meiquí, siendo de linajes diferentes, aparecen como abuelos de José.
7 »Y es que Matán y Meiquí se casaron sucesivamente con la misma mujer y procrearon hijos, hijos de una misma madre, pues la ley no impedía que una mujer sin marido—porque éste la había repudiado o porque había muerto—se casara con otro.
8 »Pues bien, de Esta (que así es tradición que se llamaba la mujer), Matán, el descendiente de Salomón, fue el primero en engendrar a Jacob; muerto Matán, se casa con su viuda Meiquí, cuya ascendencia remontaba a Natán y que, siendo, como dijimos antes, de la misma tribu, era de otra familia. Este tuvo un hijo: Helí.
9 »Y así nos encontramos con que, siendo sus dos linajes diferentes, Jacob y Helí son hermanos de madre. Muerto Helí sin hijos, su hermano Jacob se casó con su mujer, y de ella tuvo un tercer hijo, José, el cual, según la naturaleza, era suyo (y según el texto, pues por eso está escrito: Jacob engendró a José), pero, según la ley, era hijo de Helí, ya que Jacob, por ser hermano suyo, le suscitó descendencia.
10 »Por lo cual no se quitará autoridad a su genealogía. Al hacer la enumeración, el evangelista Mateo dice: Jacob engendró a José; pero Lucas procede al revés: El cual era, según se creía (porque también añade esto), hijo de José, que lo fue de Helí, hijo de Melqui. No era posible expresar más certeramente el nacimiento según la ley: va remontando uno por uno hasta Adán, que fue de Dios, y hasta el final se calla el «engendró», para no aplicarlo a esta ciase de paternidad.
11 »Y es que esto no va sin pruebas ni es improvisado. En efecto, los parientes camales del Salvador, bien por aparentar o bien, simplemente, por enseñar, pero siendo veraces en todo, transmitieron también lo que sigue. Unos ladrones idumeos asaltaron Ascalón, ciudad de Palestina; de un templo de Apolo, que estaba construido delante de los muros, se llevaron cautivo, además de los otros despojos, a Antípatro, hijo de cierto hieródulo llamado Herodes. No pudiendo el sacerdote pagar un rescate por su hijo, Antípatro fue educado en las costumbres de los idumeos, y más tarde trabó amistad con Hircano, el sumo sacerdote de Judea.