Resulta bastante evidente que los evangelios mienten.
Basta su simple lectura para observa esto.
Cada dos por tres leemos que Jesús iba acompañado de grandes multitudes, y que sanaba a todos los enfermos que había en esas multitudes. Hasta aquí, bien (Aunque varias multitudes juntas se convierten en una sola multitud). Pero prosigamos.
Cuando de esas sanaciones genéricas nos relatan una en concreto, curiosamente Jesús advierte al sanado que no diga nada a nadie.
¿Qué no diga nada a nadie? ¿Es posible, Jesús, que dijeras esa gilipollez? Los enfermos que sanabas de las multitudes ¿No los sanabas a la vista de éstas?
Demos por bueno las curaciones que realizaba Jesús (seguro que de tantas curaciones no existe ni un solo parte médico que así lo atestigüe). Pero no podemos permitir que los que escribieron los evangelios nos quieran dar gato por liebre.
Si existió Jesús, y además realizó muchas curaciones, la multitud (no multitudes) que lo acompañaba era testigo de las sanaciones, lo que demuestra que «no le digas nada a nadie» es una mentira de los escritores de los evangelios, con un fin muy alejado de la verdad.
La Verdad nos hará libres.