Hay pasajes en los evangelios que no tienen ni pies ni cabeza.
Podríamos decir que son historias para no dormir.

Analicemos lo que escribe Lucas.

Resulta claro que Jesús, el supuesto Hijo de Dios, intenta comunicar a sus discípulos un asunto de suma importancia. Incluso les dice: «Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras».

Pero luego Lucas, no sabemos por qué razón, dice: “Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen”.

¡Oiga, por favor, sin empujar!

Jesús quería que sus discípulos supieran ciertas cosas, pero Lucas nos dice que no las entendían. ¿A cuento de qué?

Yo se lo digo a cuento de qué:

El final de los evangelios es un sálvese quien pueda. Jesús había predicado una cosa (el testimonio de los discípulos lo atestigua), y los evangelistas pretendieron hacerle Mesías. No solamente Mesías, si no Hijo de Dios. Por eso Jesús, quiere y no puede.

¡Menuda encerrona le prepararon al pobre Jesús!

"Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: 44 Haced que os penetren bien en los oídos estas palabras; porque acontecerá que el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres. 45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y temían preguntarle sobre esas palabras".
(Lucas 9:43-45 Reina-Valera 1960)

Lo absurdo llevado al límite: Dios contra Dios.