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tomas0402
A mediados del siglo IV un obispo exigió al emperador cristiano Constancio:
«Se te encarece en virtud de la ley del Dios supremo a perseguir severamente en todos los sentidos el crimen de idolatría. Oye y confía a tu santa conciencia lo que Dios ordena en relación con este crimen.
Dios ordena que no se perdone ni a hijo ni a hermano, y dirige la espada vengadora que atraviesa los amados miembros de una esposa.
A un amigo también lo persigue con gran severidad, y todo el pueblo es llamado a las armas para desgarrar los cuerpos de los sacrílegos.
Dios ordena destruir incluso ciudades enteras, si son sorprendidas en este crimen».
¡Con qué rapidez los mártires se convirtieron en verdugos!
Efectivamente, así es.
Jamás comprenderás la inmensidad de La Nada.