Así, pues, estos hombres malvados e inútiles a la hora de hacer algo bueno, ocupan el tiempo en vociferar su necedad. Pues no ocupa el necio su tiempo en algo productivo ni edificante, sino en la necedad.
El no creer en el Dios verdadero es algo propio de necios. Por ello no creen en Dios, porque son necios y piensan que tienen la razón. En su locura, algunos quizás se creen alguna clase de iluminados que andan intentando hacer salir a los hombres de la ignorancia y conducirlos por el camino de la sabiduría. Cuando su proceder es la necedad, algo inútil y una perdida de tiempo.
La necedad de aquellos incrédulos no se ocupa en ayudar al que lo necesite, sino en complacer a su ego intentando hacer cosas propias de un necio.
Los necios no prestan atención a la sabiduría, sino que la desechan. Pero cuando les venga repentinamente el mal, la Sabiduría se va a reír de ellos, cuando la calamidad los sorprenda.