Cuando los cristianos predicamos el Evangelio, todos los demonios se ofenden, y todos los hijos del diablo también se ofenden. Y si no quieres ofender a los demonios ni a los hijos del diablo ni a los confundidos, entonces es mejor que cierres el Evangelio y lo guardes en un armario, pues todo lo que Jesucristo predicaba ofendía a los malvados y a los confundidos.