Aunque la ley fue dada a los judíos, era la ley de Dios para todos los pueblos. No hay otra ley. La verdadera ley de Dios es la que Jesucristo nos enseña en el Evangelio. Y Jesucristo abolió ádel Viejo Testamento todo lo que eran preceptos de hombres, pues nos dicen los profetas que la ley de Dios había sido cambiada en mentira por la pluma mentirosa de los escribas.
Entonces, los fanáticos de las viejas leyes como los fariseos, no aceptaban la ley que Jesucristo enseñó cuando predicó el Evangelio, y fueron ellos los que persiguieron a Jesucristo y mandaron que fuera crucificado, pues no querían los mandamientos misericordiosos que Jesucristo enseña en el Evangelio, ya que ellos preferían las leyes del Viejo Testamento que solo eran preceptos de hombres y que mandaban de penas de muerte, guerras, matanzas de pueblos enteros (hombres, mujeres y niños) y otras leyes que mandaban a los hombres esclavitud, y sacrificios que Dios no había mandado.