
Iniciado por
misericordia
Jesucristo dio su vida para salvarnos de la confusión que vivían los judíos, pues llamaban leyes de Dios a lo que solo eran preceptos de hombres. Jesucristo los salvó de aquella confusión. Y este es el pecado que cometían los judíos y del pecado que Jesucristo nos libró. Y es lo que no quieres entender.
Ese invento es filosofia tuya
no biblia.
Estudia la biblia
para que aprendas porque vino Jesus
recuerda que el que no pone fe en el
y la pone en el evangelio, no sera salvo.
El apóstol Pablo dijo: “
Vivo por la fe que es para con el Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí” (Gál. 2:20).
Cuando tenemos fe en Jesús, estamos seguros de que el rescate es para nosotros,
que es la base para que Dios nos perdone los pecados, que nos ofrece la esperanza de la vida eterna
y que es la mayor prueba de que Dios nos ama (Rom. 8:32, 38, 39; Efes. 1:7)
“No hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre
debajo del cielo que se haya dado entre los hombres
mediante el cual tengamos que ser salvos” (Hechos 4:12).
NO SOMOS SALVOS POR EL EVANGELIO
Él ofreció a Dios un rescate que correspondía
exactamente con la vida perfecta que Adán había perdido (1 Timoteo 2:5, 6).
De esta forma se abrió el camino para que alcancemos vida eterna en el nuevo mundo de Dios.
El rescate también hizo posible que aun ahora recibamos beneficios.
Por ejemplo, aunque seamos pecadores, podemos tener una conciencia limpia,
pues gracias al sacrificio de Jesús se nos perdonan los pecados.
Esto supera con mucho lo que lograban a favor de Israel
los sacrificios animales prescritos en la Ley mosaica (Hechos 13:38, 39; Hebreos 9:13, 14; 10:22).
Sin embargo, para recibir tal perdón debemos ser honrados
y reconocer cuánto necesitamos el sacrificio de Cristo:
“Si hacemos la declaración: ‘No tenemos pecado’,
a nosotros mismos nos estamos extraviando
y la verdad no está en nosotros.
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo
para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia” (1 Juan 1:8, 9).
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)