Él es un sacrificio de reconciliación por nuestros pecados,
pero no solo por los nuestros,
sino también por los de todo el mundo.
PRIMERA CARTA DE JUAN 2:2

(Isaías 53:5) Sin embargo, lo traspasaron
por nuestros pecados;
lo aplastaron por nuestros errores.
Él soportó el castigo para que nosotros tuviéramos paz,
y gracias a sus heridas fuimos sanados.


(Romanos 3:25) Dios lo presentó a él
como ofrenda de reconciliación
mediante la fe en su sangre.

Esto lo hizo para demostrar su propia justicia,
porque Dios fue paciente y perdonó los pecados del pasado.

(1 Timoteo 1:15) Esta afirmación es digna de confianza
y merece ser totalmente aceptada:
Cristo Jesús vino al mundo para salvar a pecadores.
De todos ellos, yo soy el peor.


(Hebreos 2:17) Así pues, tuvo que llegar a ser igual
que sus “hermanos” en todo sentido,
para poder ser un sumo sacerdote misericordioso
y fiel en lo relacionado con Dios,
a fin de ofrecer un sacrificio de reconciliación por los pecados de la gente.

(1 Pedro 2:24) Él mismo cargó con nuestros pecados
en su propio cuerpo sobre el madero,
para que muriéramos con respecto a los pecados
y viviéramos para la justicia.
Y “debido a sus heridas ustedes fueron sanados”.


(1 Juan 4:10) El amor consiste en esto:
no en que nosotros hayamos amado a Dios,
sino en que él nos amó a nosotros
y envió a su Hijo como sacrificio de reconciliación por nuestros pecados.