Tenemos un altar del que no tienen derecho a comer
los que dan servicio sagrado en la tienda,
11 porque los cuerpos de los animales cuya sangre
el sumo sacerdote lleva al lugar santo
como ofrenda por el pecado se queman fuera del campamento.
12 Por eso, Jesús también sufrió fuera de la puerta de la ciudad
para santificar al pueblo con su propia sangre.
(Hebreos 13:10-13
En Hebreos 8:3-6 y 9:11-14 se nos dice:
“Todo sumo sacerdote es nombrado para ofrecer tanto dones como sacrificios; por lo cual fue necesario que éste también tuviese algo que ofrecer. Si, pues, estuviera sobre la tierra, no*sería sacerdote, puesto que hay hombres que ofrecen los dones según la Ley, pero los cuales hombres están rindiendo servicio sagrado en una representación típica y sombra de las cosas celestiales; así como Moisés, cuando estaba para hacer la tienda en su entereza, recibió el mandato divino: Porque dice él: ‘Ve que hagas todas las cosas conforme a su modelo que te fue mostrado en la montaña.’ Pero ahora Jesús ha obtenido un servicio público más admirable, de modo que también es mediador de un pacto correspondientemente mejor, que ha sido establecido legalmente sobre mejores promesas.”
“Sin embargo, cuando Cristo vino como sumo sacerdote de las cosas buenas que han venido a realizarse, por medio de la tienda más grande y más perfecta no*hecha de manos, es decir, no*de esta creación, él entró, no, no*con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre, una vez para siempre en el lugar santo [que correspondía con el Santísimo de la tienda] y obtuvo liberación eterna para nosotros. Porque si la sangre de machos cabríos y de toros y las cenizas de novilla rociadas sobre los que se han contaminado santifica al grado de limpieza de la carne, ¿cuánto más la sangre del Cristo, que por un espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a Dios, limpiará nuestra conciencia de obras muertas para que rindamos servicio sagrado al Dios vivo?”
LO QUE YO ENSEÑO NO ES MIO
PERTENECE AL QUE ME ENVIO” (Juan 7:16.)