Cuando joven, había una empleada en casa de mis padres que, en una oportunidad llegó con un ojo morado, y moretones en los bazos (nunca supe si es que tanía más moretones, porque andaba vestida).
Le dije, "pero mujer, por el mismo diosito santo, ¿cómo le aguantas?"
Me respondió "Para eso él es mi marido, y tiene derecho a golpearme"
