La misericordia es lo que Dios quiso y mandó desde siempre. Pero la ley de Dios fue cambiada en mentira y se escribieron, como si fueran de Dios, muchos mandatos que faltaban a la misericordia. Por eso, antes de venir Jesucristo, el pueblo estaba en tinieblas, porque no conocía la verdadera Ley de Dios y sus misericordiosos mandamientos.
Entonces, cuando vino Jesucristo y predicó el Evangelio, nos dio a conocer los verdaderos mandamientos de Dios. De ese modo, Jesucristo nos libró del error o pecado de seguir, como si fueran de Dios, muchos mandatos que faltaban a la misericordia y que no eran de Dios, sino de hombres, como los mandatos que ordenaban a los hombres hacer sacrificios, esclavitud, penas de muerte, guerras y matanzas de pueblos enteros.
Jesucristo nos libró de todos esos mandatos de muerte del Antiguo Testamento. Así, podemos comprender que Jesucristo dijo a los apóstoles que ellos ya estaban limpios por la palabra que Él les había hablado, pues la palabra del Evangelio les limpiada del error de seguir, como si fueran de Dios, mandatos que solo eran preceptos de hombres, no de Dios.
Y como los fariseos no recibieron la palabra del Evangelio, que les enseñaba los verdaderos mandamientos de Dios, seguían en el error. Y Jesucristo les dijo que si fueran ciegos, no tendrían pecado, pero su pecado permanecía porque decían que veían.
Y es que los fariseos seguían en pecado porque no querían aceptar los mandamientos que Jesús enseñó cuando predicó el Evangelio, que son los verdaderos mandamientos de Dios.