La Biblia provee un ejemplo específico de alguien que blasfemó contra Dios y Cristo pero que no se hizo culpable del pecado imperdonable. Este fue Saulo, o el apóstol Pablo, antes de su conversión. Pablo le escribió a Timoteo: “Antes era blasfemo [ofendía con mis palabras] y perseguidor y hombre insolente.”—
1 Tim. 1:13; compare con
Versión Popular; An American Translation; The New English Bible.
Antes de su conversión, Pablo consideraba a los discípulos de Jesucristo como apóstatas que merecían la muerte. A él le parecía que la ley mosaica aprobaba su proceder, porque esa ley declaraba lo siguiente respecto al apóstata: “No debes acceder a su deseo ni escucharle, ni debe tu ojo sentirse apenado por él, ni debes sentir compasión, ni cubrirlo protectoramente; sino que debes matarlo sin falta.” (
Deu. 13:8, 9) Puesto que Pablo estaba convencido de que tenía razón, continuó obrando contra los discípulos de Cristo de una manera arbitraria y arrogante y por lo tanto se reveló como “hombre insolente.” Por ser perseguidor de cristianos, era como aquellos de quienes Jesús dijo a sus discípulos: “Todo el que los mate se imaginará que ha rendido servicio sagrado a Dios.” (
Juan 16:2) Pablo era culpable de blasfemar o hablar injuriosamente del Hijo de Dios. El odio que les tenía a los discípulos de Cristo demostró que él consideraba a Jesús como un impostor y así vituperaba al Cristo. Al hablar injuriosamente del Hijo, Pablo también fue culpable de blasfemar contra el Padre a quien Jesús representaba.—
Juan 7:29; Mat. 27:39; Mar. 15:29; Luc. 23:39; Judas 8,
Versión Moderna, margen;
The Kingdom Interlinear Translation of the Greek Scriptures.
Después de su conversión, el apóstol Pablo pudo comprender cuán peligrosamente se había acercado a cometer el pecado imperdonable. En su carta a Timoteo, reconoció agradecidamente la gran misericordia que se le había manifestado, y también indicó la razón por la cual se le pudo perdonar. Leemos: “Se me mostró misericordia, porque era ignorante y obré con falta de fe.” (
1 Tim. 1:13) Note que antes de su conversión Pablo no luchó a sabiendas contra Dios y Cristo. Era ignorante, estaba cegado a la verdad acerca del Hijo de Dios, y por eso sin fe en Jesucristo. Por lo tanto, la súplica del moribundo Esteban, cuyo asesinato Pablo aprobó, también se hizo en el interés de Pablo: “Jehová, no les imputes este pecado.” (
Hech. 7:60) El hecho de que Pablo, en el fondo, realmente quería hacer lo que era correcto se deja ver en el celo que manifestaba por la tradición judía y en su adherencia estricta a las enseñanzas de los fariseos.—
Fili. 3:5, 6.
Por eso, cuando Jesucristo mismo le dio entendimiento, el perseguidor Saulo no vaciló en cambiar su derrotero. Pronto se contó entre los discípulos del Hijo de Dios que eran el blanco de odio, persecución y habla injuriosa.—
Hech. 9:3-25; 18:5, 6.
El caso de Pablo puede servirles de ánimo a todos aquellos que, en ignorancia, hayan demostrado ser peleadores contra Dios y Cristo. Se les puede perdonar su blasfemia o habla injuriosa si se arrepienten. El apóstol Pablo mismo dio énfasis a esto, al decir: “Fiel y merecedor de plena aceptación es el dicho de que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a pecadores. De éstos yo soy el más notable. No obstante, la razón por la cual se me mostró misericordia fue para que por medio de mí como el caso más notable Cristo Jesús demostrase toda su gran paciencia como muestra de los que van a cifrar su fe en él para vida eterna.”—
1 Tim. 1:15, 16.