Dios les ha dado a los hombres la capacidad de decidir si obedecerle o no. Lo que pasa es que los hombres de buena voluntad, por su naturaleza, quieren obedecer a Dios, y es lo que más desean.
Los que no tienen buena voluntad son los que no quieren obedecer a Dios.
Dios es Jesucristo, y Él no quiere destruir a los hombres sino salvarnos.
Cuando el diluvio vino a la tierra, los que hacían mal tenían la oportunidad de arrepentirse del mal que habían hecho y hacer propósito de no volver a hacerlo. Y Dios podía haberles salvado, igual que salvó a Noe y a su familia.
Pero la tierra estaba llena de violencia y los malvados no querían arrepentirse de sus maldades. Preferían el camino de la muerte.