Después de señalar las limitaciones
de los sacrificios animales, Pablo explica:

“Cuando entra en el mundo, [Jesús] dice:
‘“Sacrificio y ofrenda no quisiste,
pero me preparaste un cuerpo.
No aprobaste holocaustos ni ofrenda por el pecado”.
Entonces dije yo:
“¡Mira! He venido (en el rollo del libro está escrito de mí)
para hacer tu voluntad, oh Dios”’” (Hebreos 10:5-7).

Citando del Salmo 40:6-8, Pablo observa que Jesús
no vino con el fin de perpetuar “sacrificio y ofrenda”
ni “holocaustos ni ofrenda por el pecado”,

“El alma de la carne está en la sangre,
y yo mismo la he puesto sobre el altar
para ustedes para hacer expiación por sus almas.” (LEVÍTICO 17:11)

DIOS les dio la oportunidad a los israelitas,
individualmente y como nación, de expiar sus pecados
mediante sacrificios u ofrendas.

Según la Ley, si alguien pecaba,
tenía que corregir su error y luego presentar una ofrenda
adecuada a Jehová. Por algunos pecados debían ofrecerse sacrificios específicos,
los cuales brindaban cierto alivio del peso de la culpa a quienes los ofrecían (Levítico 5:5-7).