El espíritu santo no es parte de una tercera persona Dios

No es raro que se personifiquen las cosas en las Escrituras.


Por ejemplo, se dice que la sabiduría tiene “hijos” (Luc. 7:35).

Se dice que la muerte y el pecado son reyes (Rom.*5:14,*21).

Aunque algunos textos dicen que el espíritu ‘habló’,
otros pasajes dejan ver claramente que esto se hizo
mediante ángeles o seres humanos.

(Hech. 4:24, 25; 28:25;
Mat. 10:19, 20;
compáralo con
Hech. 20:23 con 21:10, 11.)

Está claro que estas referencias al espíritu santo
no corresponden a una persona.
Para comprender lo que la Biblia en conjunto enseña,
hay que considerar todos estos textos


La identificación correcta del espíritu santo
tiene que cuadrar con todos los textos bíblicos
que se refieren a dicho espíritu.

Con este punto de vista,
es lógico concluir que el espíritu santo
es la fuerza activa de Dios.


No es una persona,
sino una fuerza poderosa
que Dios hace emanar de sí mismo
para llevar a cabo su santa voluntad.


Las Sagradas Escrituras
nos dicen el nombre personal del Padre... Jehová.
Nos informan que el Hijo es Jesucristo.
Pero en ningún lugar de las Escrituras
se aplica un nombre personal al espíritu santo.


Hech. 7:55, 56 informa que a Esteban se le dio una visión del cielo
en la que vio “a Jesús de pie a la diestra de Dios”.
Pero no se menciona que viera al espíritu santo.


Véanse también Revelación 7:10; 22:1, 3.

En Génesis 4:7 dice:
Hay pecado agazapado a la entrada”,
y se personifica al pecado como alguien
que estuviera agazapado a la puerta de Caín.


Pero, por supuesto, el pecado no es una persona;
tampoco el personificar al espíritu santo
lo hace una persona celestial.