La Biblia enseña que el Espíritu Santo tiene todos los atributos de la personalidad y no es meramente una fuerza impersonal. En los capítulos 14, 15 y 16 de Juan, por ejemplo, Jesús habló del Espíritu Santo como "Él". Jesús también se refirió al Espíritu Santo como el Consolador o el Consejero (Juan 14:16 y 15:26). Este título transmite las ideas de asesorar, exhortar, consolar, fortalecer, interceder y alentar.
Además, la Biblia deja claro que el Espíritu Santo es Dios mismo. En Hechos 5: 1-4 se dice que un hombre que mintió al Espíritu Santo le mintió a Dios. El Espíritu Santo también se describe en la Biblia como teniendo las características de Dios y haciendo la obra de Dios. Él convence a la gente de pecado, justicia y juicio (Juan 16: 8-11) y da nueva vida a aquellos que confían en Jesús (Juan 3: 8).
El hecho de que Él es la tercera Persona de la Santísima Trinidad queda claro por su inclusión con el Padre y el Hijo en pasajes bíblicos como Mateo 28:19. Aquí a los apóstoles se les manda bautizar a los que reciben el Evangelio "en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo".
El ego es un eje demasiado débil para hacer girar nuestra vida en torno a él.