Es que Dios no mandó a los hombres matar a hombres, mujeres y niños, porque Jesús es Dios, y lo que Jesús enseñó cuando predicó el Evangelio, es lo que en realidad había mandado Dios, pues Dios no cambia y su Ley es siempre la misma: mandamientos para que los hombres tengan misericordia con todos.