El Evangelio enseña que Dios no quiere sacrificios. Y es que los sacrificios no eran mandamientos de Dios, sino preceptos de hombres, porque lo que Dios quiere es la misericodia. Por eso, Jesús dijo:
"Si hubierais comprendido lo que quiere decir: "Misericordia quiero y no sacrificios", no condenaríais a los inocentes". (Mateo 12,7).