A los expulsados no les gusta decir la verdad acerca de ellos mismos. Supongo que les avergüenza decir que esos que tan malos son, según ellos, fueron sus hermanos por muchos años. Eso como que deja en entredicho su capacidad de ser objetivos en cuanto a discernir qué es verdadero y qué no lo es.

Los expulsados normalmente siguen creyendo en las cosas que aprendieron del Cuerpo Gobernante. Ellos también fueron a nuestras reuniones; ... también estudiaron Atalayas; también salieron a predicar de casa en casa; ... Ellos hicieron exactamente TODAS las mismas cosas que ahora están criticando. Qué ironía, verdad?

Lo que sucede es que hubo un detalle con el que no se conformaron. Quizás les gusta hacer una cosa que no está permitida en el pueblo de Jehová. O quizás fallaron en alguna debilidad, a la que le cogieron el gusto y decidieron no renunciar a ella. O quizás se resintieron con un hermano específico porque les dijo algo que no les gustó. ... Cualquier cosa pudo haber causado el cambio de actitud y el consabido nuevo comportamiento de estos individuos.

Lo peor que hicieron fue desconfiar de que las cosas podían ser arregladas de la manera correcta, y que ellos no serían avergonzados si regresaban, sino amados. Prefirieron unirse a otros grupos de personas con similares situaciones, y se envolvieron en la pelota de resentimiento que el Diablo ha convertido en un arma contra el pueblo de Dios.

Los expulsados generalmente siguen teniendo las mismas doctrinas, pero se quedaron cojos, porque ahora no encuentran el sitio donde esas doctrinas son consideradas ciertas y se vivan cosas similares a las que ellos vivieron entre sus hermanos antes de estallar la chispa que explotó luego. Ese sitio que buscan no existe. Se dejaron llevar por un impulso; el Diablo hizo el teatro de acogerlos y luego los dejó tirados.

Es por eso que a los expulsados no les gusta decir que lo son.