10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz [...]
12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y al volverme, vi [...]
[...] a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una ropa que le llegaba
[...] hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
14 Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego;
15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, ardiente como si estuviera en un horno; y su voz como el estruendo de muchas aguas.
Y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
17 Y cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último,
18 y el que vive; y estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Amén. (
Apocalipsis 1:10-18)