El hombre se ha arrodillado ante lo que le supera. Y muchas veces…, le superan otros hombres que le hacen arrodillarse.
Y…, bueno… El hombre primitivo se asustó y vio fuerzas divinas en la montaña que de un día para otro empezó a echar humo y lava ardiente. Un “dios” habitaba aquel lugar de fuego y para calmarlo había que hacer sacrificios… Y así con tantos sucesos inexplicables (el sol, el viento, la lluvia, el fuego…). El politeísmo en toda regla, o el animismo todavía actual en algunas tribus. Pero son religiones anticuadas donde ponían un dios a cada sucedido que no tenía explicación.
La religión debió nacer con el mismo hombre, cuando pudo discernir que la vida material no se acaba aquí. Encontraron en Sudáfrica (o en algún lugar de África) un entierro que tiene todos los visos de ser un entierro ceremonial (o sea, una cuidada colocación del cadáver), que es el nacimiento de la conciencia en una vida tras la muerte. Lo alucinante es la fecha de ese hallazgo. 2 millones de años. Me imagino que…, algún “hardware” de nuestra mente se desarrolló evolutivamente en el hombre prehistórico para que naciese ese ansia de trascendencia. O sea, desde que el hombre es hombre, empezó a tener conciencia de algo que le superaba.
Ahora, no hay politeísmo salvo en algunos sitios raros (la India… es bastante rara), y todo lo más que hacemos es que casi nos arrodillamos ante nuestro teléfono móvil, que nos predice si va a llover mañana o no. Pero… lo que nos supera sigue. Siempre seguirá. Bastante más misterioso que el funcionamiento de un móvil, que ya lo es
