Jehová dio a la nación de Israel la Ley, que constaba de muchas estipulaciones. Con respecto a estas, el apóstol Pablo escribió: “Eran requisitos legales que tenían que ver con la carne y que fueron impuestos hasta el tiempo señalado para rectificar las cosas” (Hebreos 9:10). La Ley cumplió su propósito cuando condujo a un resto de israelitas a aceptar a Jesús como el Mesías o Cristo. Por ello, Pablo declaró: “Cristo es el fin de la Ley” (Romanos 10:4; Gálatas 3:19-25; 4:4,*5).
¿Significa esto que la Ley no*nos obliga a nosotros hoy? De hecho, la mayor parte de la humanidad nunca ha estado bajo la Ley, como explicó el salmista: “[Jehová] está anunciando su palabra a Jacob, sus disposiciones reglamentarias y sus decisiones judiciales a Israel. No*ha hecho así a ninguna otra nación; y en cuanto a sus decisiones judiciales, no*las han conocido” (Salmo 147:19,*20). Cuando Dios estableció el nuevo pacto sobre*la*base del sacrificio de Jesús, ni*siquiera la nación de Israel estuvo desde entonces bajo la obligación de obedecer la Ley (Gálatas 3:13; Efesios 2:15; Colosenses 2:13, 14, 16). Ahora bien, si la Ley ya no*está en vigor, ¿qué pide Jehová hoy de aquellos que desean servirle?
Durante el último año del ministerio de Jesús, sus apóstoles Pedro, Santiago y Juan lo acompañaron a una montaña elevada, posiblemente una estribación del monte Hermón. Allí tuvieron una visión profética de Jesús en esplendorosa gloria y oyeron la propia voz de Dios declarar: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado; escúchenle” (Mateo 17:1-5). Básicamente, eso es lo que Jehová pide de nosotros: escuchar a su Hijo y seguir su ejemplo y enseñanzas (Mateo 16:24). Por esta razón, el apóstol Pedro escribió: “Cristo sufrió por ustedes, dejándoles dechado para que sigan sus pasos con sumo cuidado y atención” (1*Pedro 2:21).
¿Por qué deberíamos nosotros seguir los pasos de Jesús con sumo cuidado y atención? Porque imitándolo, imitamos a Jehová Dios. Jesús conocía al Padre íntimamente, pues pasó con él incontables millones de años en el cielo antes de venir a la Tierra (Proverbios 8:22-31; Juan 8:23; 17:5; Colosenses 1:15-17). Mientras estuvo en la Tierra, Jesús representó lealmente a su Padre, según él mismo explicó: “Hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado”. De hecho, Jesús imitó a Jehová con tanta precisión que pudo decir: “El que me ha visto a mí ha visto al Padre también” (Juan 8:28; 14:9).
¿Qué implica escuchar a Jesús e imitarlo? ¿Significa estar bajo una ley? Pablo escribió: “Yo mismo no*estoy bajo ley”, refiriéndose al “antiguo pacto”, el pacto de la Ley que se celebró con Israel. Sin embargo, reconoció que estaba “bajo ley para con Cristo” (1*Corintios 9:20, 21; 2*Corintios 3:14). Cuando el antiguo pacto de la Ley llegó a su fin, entró en vigor “un nuevo pacto”, con su “ley del Cristo”, que todos los siervos de Jehová hoy están obligados a obedecer (Lucas 22:20; Gálatas 6:2; Hebreos 8:7-13).
Jehová no*puso “la ley del Cristo” en forma de código, organizándola en varias categorías, como en el caso del antiguo pacto de la Ley. Esta nueva ley para los seguidores de Cristo no*incluye una lista extensa de cosas que deben y no*deben hacerse. Sin embargo, Jehová conservó en su Palabra cuatro relatos detallados de la vida y enseñanzas de su Hijo. Es más, Dios inspiró a algunos de los primeros seguidores de Jesús a poner por escrito instrucciones con respecto a conducta personal, cuestiones de congregación, comportamiento en la familia y otros asuntos (1*Corintios 6:18; 14:26-35; Efesios 5:21-33; Hebreos 10:24, 25). Cuando conformamos nuestra vida al ejemplo y enseñanzas de Jesucristo, y seguimos el consejo de los escritores inspirados de la Biblia del siglo primero, estamos obedeciendo “la ley del Cristo”. Eso es lo que Jehová pide de sus siervos hoy.