La verdad es que se necesita un milagro mucho más grande que la licuefacción de la sangre de un santo, algo que en verdad haga regresar al redil a las ovejas descarriadas, algo que en verdad ablande el corazón de los humanos, que nos haga olvidar tantos rencores, envidias y odios, que nos salve de dolores, miedos, soledades y tristezas.
Quitemos el posible efecto de tixotropía que se menciona, o supongamos que tiene ese efecto -cosa que la sangre no posee-, ¿qué queda? Solo un suceso más sin explicación como tantos que existen en el mundo y en el universo, pero no podemos asegurar que es un milagro. La verdad se necesita de algo mucho más grande que este fenómeno que ocurre en la supuesta sangre de una persona que solo Dios sabe si es un agraciado para él, una persona "santificada" por los hombres.
"La comprensión de que la vida es absurda no puede ser un fin, sino un comienzo".
Albert Camus