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EL BAUTISMO
(Proceso de inmersión que la integran dos pasos: sumergir y emerger. Zambullir, Bautizar, y Bañar son sinónimos).
El bautismo de Juan, en las aguas del río Jordán, ponía de manifiesto, de manera pública y de carácter simbólico, que las personas que acudían a él se arrepentían de los pecados que habían cometido contra Dios al desobedecer la Ley; acto por el cual Dios les perdonaba sus ofensas (Gálatas 3:19).
El pueblo de Judea, por ser descendientes de Jacob (Israel), estaba obligado a obedecer la Ley que Jehová les había proporcionado a través de Moisés a sus antepasados, allá, en el desierto de Sinaí. La Ley de Dios, más conocida como Los Diez Mandamientos y Ley Mosaica o Ley de Moisés, entró en vigor mediante un Pacto “firmado” por ambas partes con la sangre de toros y cabras rociadas sobre el altar de piedras, sobre la Ley y sobre el pueblo; éstos se comprometían, de manera obligatoria, a obedecerla y Dios por su parte no los abandonaría y les proveería todo cuanto necesitaran, incluso las victorias en las guerras que debían de trabar y éxito en todas las actividades de la vida de esa nación.
La Ley de Dios no fue dada a todas las naciones del mundo conocido en aquella época sino, exclusivamente, a Israel (Deuteronomio 4:8, 13 ,14; 5:2, 3; 7:6, 7).
En la Biblia se relata cómo Israel se rebelaba contra su Dios vez tras vez y también, vez tras vez, los perdonaba y los elevaba nuevamente a la condición de “su” pueblo. . .claro previo castigo que les mandaba teniendo como resultado un posterior arrepentimiento.
Y es, precisamente, en esa condición de desobediencia, de pecado, contra la Ley de Dios que los judíos se encontraban para la época en que Jesús nació. Condición que las aguas del río Jordán limpiaban gracias al bautismo de Juan.
La razón por la que la Ley se había impuesto a Israel es que ésta conducía, como un tutor, a Cristo (Gálatas 3:24). Por tal motivo, el pueblo debía presentarse “limpio” para recibir al mediador de un nuevo pacto como lo había sido Moisés en su momento; pero que en esta ocasión sería Jesús: el Cristo (Éxodo 19:10).
Se esperaba que los judíos respondieran positivamente al representante de Dios, de reconocer en él la representación del cumplimiento de la Ley de Dios (Mateo 5:17); sin embargo no sucedió así, sino más bien ocasionaron la muerte del enviado de Dios.
Al rechazar a Jesús como el Cristo resultó que todos aquellos judíos que se habían bautizado en el bautismo de Juan y por el cual ya se encontraban limpios para con Dios volvieron a “ensuciarse”, volvieron a la condición de pecadores y no solamente contra Dios sino también contra el Cristo.
Es por esta razón que los judíos debían volverse a Bautizar ya no en agua sino más bien en el nombre de Jesús.
El que se “bautizaran” en el nombre de Jesús significaba que el judío que lo hacía aceptaba a Jesús como el nuevo mediador entre Dios y “su” pueblo.
La comisión que Jesús dio a sus apóstoles de bautizar a gente de todas las naciones debe entenderse que se refería a los judíos y prosélitos que se hallaban en diferentes lugares de la geografía palestina (Mateo 10: 5 y 6; 15: 21-24; Hechos 2: 9-11). Si lograban persuadir a su interlocutor judío debían asegurarse de que ya había practicado el bautismo de Juan –en agua- previamente; si no era así, el comisionado por Jesús debía bautizarlo en agua; en el nombre de Jesús ya se había efectuado cuando aquél aceptó a Jesús como el mediador del nuevo arreglo de Dios. El que se efectuara de esa forma indicaba que se respetaba el requisito que Jesús había referido a Nicodemo en Juan 3: 3 y 5 En respuesta, Jesús le dijo: “De veras te digo: A menos que uno nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Jesús contestó: “De veras te digo: A menos que uno nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el reino de Dios”.
Es por esa razón que Jesús y sus discípulos bautizaban en agua para satisfacer el primer requisito. Juan 3:22 Después de estas cosas, Jesús y sus discípulos entraron en el país de Judea, y allí pasó algún tiempo con ellos, y bautizaba.
Hechos de los Apóstoles 18:25 Este (Apolos) había sido instruido oralmente en el camino de Jehová y, puesto que estaba fulgurante con el espíritu, iba hablando y enseñando con exactitud las cosas acerca de Jesús, pero conocía solamente el bautismo de Juan.
En Jesús mismo se había realizado de esa manera:
Mateo 3:16 Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua. . .
Ahora, ya en esa nueva condición, Jesús, como el mediador del nuevo pacto y como el primero en ser llamado miembro del reino de Dios, es el Cristo; y es ahí que, mientras iba saliendo del agua, cumple la segunda parte del requisito con un hecho sorprendente:
. . .; y, ¡mire!, los cielos se abrieron, y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él.
En él se inicia el “bautismo” en el espíritu santo; dando así la oportunidad para aquellos que quisieran pertenecer como miembros del reino de Dios.
Marcos 1:8 Yo los he bautizado con agua; pero él los bautizará con espíritu santo.
Hay que recalcar que la comisión, de bautizar en agua, que Juan había recibido provenía de Dios y es de Dios mismo que provenía el espíritu santo.
Juan 14:26 Mas el ayudante, el espíritu santo, que él enviará. . .
Al apóstol Pablo, y en menor escala a Pedro, se le extendió la comisión de predicar tanto a los judíos, a los prosélitos judíos como a los no judíos; es decir, a gente de las naciones (gentiles). Estos, primero, debían de ser instruidos en todo lo relacionado con Dios y con su pueblo, Israel. Desde Moisés, en Egipto, la Ley, los jueces, los reyes. . .hasta Jesús. Después de haber recibido una instrucción cabal de la relación de los protagonistas de la historia hebrea y dirigir la atención en el amor de Dios mediante la provisión sublime de Jesús; entonces, como segundo paso debía reconocer que aceptaba seguir la vida del Cristo como una nueva persona aprobada por Dios. Y como lo expresa Pablo, reconocer, que su bautismo se efectuaba no en el agua, no en el nombre sino en “la sangre” del Cristo, ¡claro!, simbólicamente hablando. Y así en esa condición pasaba a integrar, como miembro, el nuevo pueblo de Dios: El Israel Espiritual, a cambio recibía como carta de ciudadanía el espíritu santo de Dios (Hechos 10: 24, 44, 45; Efesios 1: 13; 2Corintios 5: 17; Gálatas 6: 16).
Como las gentes de las naciones (gentiles) no estaban obligados a obedecer la Ley de los Diez Mandamientos que Jehová sólo les había impuesto al pueblo de Israel, ellos, no habían pecado contra Dios por lo tanto no se les impuso el bautismo en agua y éstos a la vez no se “bautizaban” en el nombre de Jesús porque no lo habían rechazado como el Cristo. Al haberlo aceptado a él, de buena gana –fe-, Dios los “baña” con Espíritu Santo.
Claro que este punto no fue comprendido total y claramente en los tiempos de los apóstoles. . .y aún, en la actualidad, parece que sigue sin entenderse bien. Si sucedía así con los apóstoles galileos no ocurría lo mismo con el apóstol Pablo; éste tenía un vislumbre más exacto del arreglo de Dios. Y precisamente lo refiere expresamente en la carta que les dirige a sus coetáneos:
Hebreos 6: Por esta razón, ya que hemos dejado la doctrina primaria acerca del Cristo, pasemos adelante a la madurez, y no pongamos de nuevo un fundamento, a saber, arrepentimiento de obras muertas, y fe para con Dios, 2 la enseñanza acerca de bautismos y la imposición de las manos, la resurrección de los muertos y el juicio eterno.
Por esa razón sostengo que: aquellos componentes de las diferentes congregaciones religiosas que inducen al incauto al bautismo lo hacen con la única sencilla intención de lucrarse de las posesiones materiales y pecuniarias de estas inocentes personas, en la figura del diezmo y de las contribuciones. . .como siempre, la religión con su intromisión malogra el propósito de Dios. La Espiritualidad no está asociada con la religión sino más bien con Dios.
Y recalco que, en la actualidad, no existe un pueblo en la faz de la Tierra en el cual se haya promulgado la Ley de Dios, el de los Diez Mandamientos. Ley que una vez Jehová le impuso a Israel, allá, en el desierto de Sinaí, aproximadamente en 1516 a. de C. a través de Moisés. Por tanto no se puede afirmar que la Humanidad está en pecado con Dios; porque, como dice Pablo, donde no existe la Ley a nadie se le imputa pecado (Romanos 4:15) y, además, es imperativo saber que la muerte de Jesús puso fin a la Ley (Romanos 7:6; 10:4; Efesios 2:15).
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