Y siguen escondiendo...
Se me habla tanto de la represión franquista y de la actitud de la Iglesia durante el franquismo por parte de los ateos militantes (marxistas en su mayoría) que convendría discutirlo. En parte este desconocimiento se produce por la propaganda tan engañosa y mezquina que vienen desarrollando desde que a España llegó la democracia desde todos los ámbitos de la izquierda y por la falta de cultura e interés de quienes se dejan arrastar por cantos de sirenas sin apenas documentarse para ello.
Ruego me perdonen los lectores de otros países, pero este capítulo negro de la historia de mi país, debe ser esclarecido cuanto antes para que la mentira marxista y atea militante no siga campando a sus anchas.
Empezaré aquí una serie de capítulos (si me dejan) en los que hablaré de la situación de la Iglesia en España durante la época de las repúblicas. Más concretamente durante la época en la que el marxismo bolchevique buscó denodadamente la forma de introducirse en España para, desde aquí, expandir el INTERNACIONALSOLICALISMO que propugnaba el comunismo soviético y acabar con su principal enemigo: EL CRISTIANISMO.
Antes de empezar habría que explicar las razones que tiene el marxismo para tener como principal enemigo al cristianismo y llevarse bien con otras religiones.
El cristianismo es sinónimo de libertad personal del hombre como individuo mientras que el marxismo es el sometimiento de esa libertad en función del estado. Más concretamente el marxismo supone un modo de esclavitud adornado de una búsqueda utópica de una sociedad perfecta. El cristianismo basa la perfección del hombre en la búsqueda de Dios y de Dios en Jesucristo, ambos ejemplos de PERFECCIÓN.
Frente al totalitarismo beligerante y asesino del marxismo, se opone el mensaje de amor de Jesucristo que impide cualquier sometimiento de la persona a ningún poder humano que esclavice su espíritu. Es ahí donde el marxismo siente la necesidad de acabar con una fe que dota al hombre de dominio sobre sí mismo y le hace consciente de la necesidad de combatir cualquier totalitarismo que lo convierta en esclavo de otros hombres bajo la engañosa forma de una igualdad ficticia.