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Tema: Historias verdaderas... pero ridículas.

  1. #131
    Fecha de Ingreso
    15-septiembre-2011
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    Predeterminado Dorangel Vargas, el Hannibal Lecter de los Andes.

    Y todavía sigo esperando tomarme unas cuantas tasas de cafe con Violis para ver que pasa.



    El antropófago venezolano Dorangel o Dorancel Vargas no sonaba precisamente arrepentido cuando declaró: “claro, como gente. Cualquiera puede hacerlo, pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para evitar enfermedades… sólo me como las partes con músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas. Con la lengua hago un guiso muy rico y los ojos los utilizo para hacer una sopa nutritiva y saludable”.


    No comía manos, pies o testículos y prefería los hombres a las mujeres porque aseguraba que el sabor era más recio y sabroso. Tampoco comía hombres gordos porque “tenían demasiado colesterol”. Confesó por iniciativa propia y hubo muchas dudas sobre si estaba inventándose sus crímenes, pero el hallazgo de restos humanos en su casa y en los alrededores no parecía dejar lugar a dudas. Para poder operar y cocinar con tranquilidad, improvisó un matadero y una cocina debajo de un puente.

    En la década del 90, Venezuela se estremeció ante la presencia de un demente que se comía a sus víctimas. Rápidamente popularizado por la prensa, ya que era el primer asesino serial de la nación, Dorancel Vargas Gómez, que pasó de un simple vagabundo a convertirse en un monstruo, es conocido hasta el día de hoy como “el comegente” o “el Hannibal Lecter de los Andes”. Cabe resaltar que debido a un error tipográfico de la prensa su nombre fue cambiado a Dorángel.


    Naturaleza caníbal

    Dorancel Vargas Gómez nació en la región de Caño Zancudo del estado de Mérida, Venezuela, el 14 de mayo de 1957, proveniente de una familia dedicada a la agricultura. Los escasos recursos económicos de su hogar lo obligaron a dejar los estudios cuando cursaba los últimos años de la escuela primaria. A raíz de esto, cambió sus actividades de granjero por la vida de ladrón. Durante ese tiempo fue encarcelado por delitos menores como robo de gallinas y ganado. Sin embargo su primera detención de gravedad no fue hasta años después.

    En 1995 fue arrestado gracias a la denuncia de Antonio López Guerrero, un amigo de Cruz Baltazar Moreno, quien sirvió de almuerzo a Vargas, y de quien solo sobraron sus pies y manos. Tras ser detenido, Vargas fue internado en el Instituto de Rehabilitación Psiquiátrica de Peribeca. Después de 2 años de tratamiento fue liberado una vez que la evaluación psicológica confirmó que no era una amenaza. No obstante Dorancel no recibió ningún tratamiento para su enfermedad mental, y su familia no pudo prestarle el apoyo necesario. Así el comegente huyó de su casa para visitar a la persona que lo denunció, Antonio López, después de comérselo se trasladó a la ciudad de San Cristóbal en el estado de Táchira, donde aparentemente llevó una vida normal como vagabundo.

    Al vivir en las calles mendigando, la policía pronto perdió su rastro, y Dorancel pasaba sus días merodeando por los márgenes del río Torbes, también en las cercanías del parque 12 de Febrero, con su compañero de celda Manuel.

    Al parecer el comegente construyó una rústica casa en un rancho abandonado, lugar donde se dedicó a sazonar a sus víctimas, aunque prefería dormir en un estrecho túnel bajo el puente Libertador. Es en este sector donde Dorancel hace amistad con los pueblerinos del área. Su siguiente víctima fue Manuel, su amigo y compañero de la cárcel, a quien cocinó en deliciosas empanadas, de acuerdo al testimonio de las personas que lo comieron sin saberlo. Cuando los oficiales le preguntaron por qué lo mató, Dorancel respondió: “como era tan buena persona seguro tenía que estar bien sabroso”. A partir de noviembre de 1998 el “Hannibal Lecter de los Andes” comenzó a matar personas cada semana.


    Cazar y comer

    Dorancel permanecía cerca de la orilla del rio Torbes, donde cazaba obreros y deportistas que habitaban o trabajaban en el sector. Cuando sus víctimas estaban desprevenidas, el comegente los atacaba con un tubo metálico de más de un metro de largo.
    Pudo haber asesinado y comido al menos 40 personas.

    Dorancel proseguía a descuartizarlos bajo el puente Libertador, guardaba las partes que él se comía y tiraba las manos, pies y cabezas en el monte camino a la granja abandonada donde los cocinaba. Los familiares de las víctimas pronto fueron a la policía para denunciar a los desaparecidos, pero los oficiales no pudieron hallar relación entre las víctimas, excepto que muchos de ellos eran hombres adultos.

    CONTINUA...

  2. #132
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    Predeterminado Continua...

    ...debido a su pobreza, el comegente no contaba con una nevera para guardar la carne por lo que mataba a 2 personas por semana para no padecer hambre. Pronto la policía local fue asediada con reportes y denuncias de familiares y amigos de los desaparecidos. Los oficiales comenzaron a sospechar de los indigentes del sector. Cuando descubrieron la presencia de Dorancel en la región próxima, este se convirtió en el principal sospechoso por sus antecedentes penales y mentales.



    El 12 de febrero de 1999, un miembro de la Defensa Civil atendió una llamada de emergencia hecha por dos jóvenes que decían haber encontrado ollas con restos humanos en el parque 12 de Febrero. Los oficiales acudieron rápidamente al sector y hallaron restos de manos, pies y cabezas, acrecentando la lista de muertos con 6 cadáveres más. Debido al estado de descomposición los miembros fueron trasladados de inmediato a la morgue del cementerio Municipal: “El Vigía” del estado de Mérida. Los investigadores especulaban teorías sobre los cuerpos, creyendo al principio que habían sido liquidados por ajustes de cuentas entre narcotraficantes. También se pensaba que era el ritual de alguna secta satánica. Finalmente los datos se unieron a los reportes de personas desaparecidas desde noviembre de 1998 y pronto se dieron cuenta de que estaban tratando con un asesino en serie, el primero de Venezuela.

    La policía empezó a rastrear las cercanías del puente en busca de más cuerpos y así se tropezaron con el rancho de un demente. Tras investigarlo descubrieron varios objetos, ropas, libros, cuadernos y documentos cuyo origen el dueño de la granja no pudo justificar. Cuando revisaron la cocina de la pequeña choza, encontraron en los recipientes carne y vísceras de personas preparadas para el consumo, además se tropezaron con 3 cabezas humanas, también varias manos y pies. Su propietario, Dorancel Vargas Gómez, fue arrestado y escoltado por el Cuerpo Técnico de la Policía Judicial y la Policía Montada, quienes lo trasladaron a la comisaría más cercana donde fue interrogado. Para sorpresa del sargento Gumersindo Chacón, el comegente narró sin remordimiento todas sus fechorías.

    Cocinando personas

    En la comisaría Dorancel Vargas, de 42 años, confesó que tras vivir bajo el puente por 11 años, se alimentó de personas que descuartizaba para después cocinarlas en rústicas ollas. “El Hannibal Lecter de los Andes” aseguró haberse comido a 10 personas en un periodo de 2 años, sin embargo la lista de personas desaparecidas y los restos encontrados sugieren que el número puede ascender hasta 40 víctimas. Gracias a la evaluación psiquiátrica realizada, se descubrió que este asesino en serie llevó a cabo sus atroces actos debido a su enfermedad mental. Demostró tener preferencias para sus víctimas los cuales eran hombres entre 30 y 40 años, pero jamás comía niños y mujeres.

    Durante la declaración de sus actividades a la policía, el comegente dio todos los detalles de su modus operandi. Tras dejar inconscientes a sus víctimas Dorancel les cortaba la cabeza, pies, manos y genitales externos, pero también dijo: “Cuando más apuraba el hambre hacía una sopita con ellos”.

    El comegente afirmó que le gustaba más alimentarse de hombres diciendo: “estos son más sabrosos, saben recio como cochino salado, como jamón, da gusto comer un buen macho, las mujeres son dulces, es como comer flores y te dejan el estomago flojo, como si no hubieses comido”. Estupefactos, los oficiales continuaron escuchando el testimonio del caníbal, quien explicó que los hombres delgados tenían mejor sabor que las mujeres y que lo más delicioso se encontraba en la zona del vientre, carne que cocinaba con hierbas exóticas. El demente caníbal dijo que con la lengua puede hacer un guisado muy bueno y que los ojos son buenos ingredientes para hacer una sopa. El escritor Sinar Alvarado descubrió que Dorancel era atormentado por lo que él llamaba espíritus que no lo dejan dormir e incluso vienen a molestarlo.


    Cuando los oficiales le preguntaron por qué se comió a la gente, Dorancel respondió: “No me arrepiento de nada, como dice la iglesia, yo compartí mi pan con el prójimo y muchos me alabaron por el relleno de mis empanadas. Por necesidad me he metido en esta vaina. No me arrepiento, al contrario, me alegro porque me gusta la carne. Lo único que no me da apetito son las cabezas, manos y pies de los seres humanos, pero me los comía en una sopita cuando me daba hambre”. Pronto la prensa hizo un espectáculo sobre el comegente, es así que Sinar Alvarado escribió un libro sobre la vida del asesino: “Retrato de un caníbal”. En el 2004 se entrevistó con el comegente, éste le preguntó: “¿Usted ha comido peras?, es igual, claro que como gente, cualquiera puede hacerlo, pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para evitar el contagio de enfermedades… y sólo me como las partes con músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas”.

    Finalmente los habitantes del sector exigieron a la comisaría que trasladen al comegente a San Cristóbal, la capital del estado. Pero los convictos de la cárcel de Santa Ana protestaron tano como los enfermos mentales del Centro de Rehabilitación Mental de Peribeca -quienes no estaban tan dementes para querer compartir el espacio con un caníbal.

    Hoy en día Dorancel Vargas Gómez permanece encerrado en una celda de la Dirección de Seguridad y Orden Público del Estado de Táchira, donde pasa los días fumando e imaginándose suculentas recetas. El autor de la novela ganó el Premio de Periodismo de Investigación en el 2005, por su reportaje para la revista “El Gatopardo”. La policía teme que aparezcan imitadores del comegente, y están atentos a crímenes de la misma índole.

    .

  3. #133
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    Predeterminado Criogenización, la inmortalidad confiada al futuro.



    La vida en Stand by
    Hasta ahora quienes confiaban en la criogenización como una alternativa a la muerte sabían que cualquier daño que se produjera en sus venas y arterias durante este proceso imposibilitaría “regresar” a la vida. Sin embargo, la nanotecnología está a punto de remediar ese problema y de dejar libre el camino hacia la inmortalidad.



    La muerte, una enfermedad incurable

    La hipótesis de la criogenización surgió en la década de los sesenta del pasado siglo. Fue la doctora Constance M. Ettinger, profesora de Física en el Highland Park College de Detroit (EE.UU.), quien la propugnó y la desarrolló en su libro Perspectiva de la inmortalidad. “La muerte, de momento, debe considerarse una enfermedad incurable”, explicó. Y acto seguido anunció que un cuerpo podría permanecer sumergido a la temperatura de ebullición del nitrógeno líquido a la espera de que “la ciencia tenga armas para curar esa enfermedad sin tratamiento”. La idea despertó las ilusiones de miles de personas en todo el mundo, hasta el punto de que algunas de ellas crearon sociedades criogénicas para conseguir que sus gobiernos autorizaran la posibilidad de congelar los cuerpos, siguiendo la teoría de Ettinger. Uno de estos grupos se encuentra en España. Es la Sociedad Española de Criogenización (SEC) y fue constituida en 1998. Su presidente y fundador, el ingeniero Andrés Albarrán, dice que “ver lo que pasará después de muchos años me haría una gran ilusión”. Tanto él como el centenar largo de miembros con los que cuenta la SEC confían en la criogenización como la mejor alternativa para burlar a la muerte. “Imagínate que te entierran o te incineran. En esos casos, las posibilidades de regresar a la vida son cero. Si te criogenizan al final de todos los ceros que pongas siempre habrá un 1”, comenta con cierta lógica este ingeniero de 74 años. Y añade: “Soy católico, pero hay algo que me hace desconfiar de la religión cuando nos dice que vamos a resucitar. Han pasado miles y miles de años y aquí nadie ha vuelto para contarlo ni ha visto a Dios”. Mantener esta ilusión requiere una gran perseverancia, sobre todo en España, que no admite la congelación de cuerpos vivos o inertes y tampoco que se saque un cadáver del país a no ser que se encuentre embalsamado, “lo cual resulta incompatible con la criogenización”, explica Albarrán. ¿Qué alternativa queda entonces? Solo Estados Unidos. En este país existen tres sociedades criogénicas en las que sí se puede congelar y custodiar un cuerpo hasta el momento en el que se decida devolverlo a la vida. La más importante es la Fundación Alcor para la Extensión de la Vida, que fue creada en 1972 y cuya sede se encuentra en Arizona.



    La siguen Cryonics, enclavada en Michigan, y la californiana Transtime. Respecto a Alcor, a pesar de contar con una publicación propia –Cryonics– en la que se informa de los últimos avances criogénicos, es imposible acceder a sus documentos internos, puesto que su política garantiza el anonimato y la confidencialidad a todos sus clientes. Sin embargo, actualmente se calcula que mantiene en sus instalaciones unos cien cuerpos congelados y otros doscientos en lista de espera, mientras que Cryonics posee medio centenar. En ambos lugares no se habla de clientes, sino de pacientes criopreservados, debido a la ausencia de muerte cerebral. Y es que los requisitos para optar a esta técnica no son tan sencillos como puede pensarse. Una de las modalidades consiste en congelar un cuerpo que ya esté muerto con la ilusión de que algún día esa circunstancia sea reversible, pero lo ideal es que la criogenización se efectúe antes de que ese hecho se produzca. ¿Significa, entonces, que se puede congelar un cuerpo vivo? No exactamente, ya que si fuera así las leyes de Estados Unidos acusarían al paciente de suicida y al médico de cooperante al suicidio. La solución se encuentra en que un centro médico declare a la persona clínicamente muerta. En ese momento se inicia una carrera contrarreloj para trasladar el cuerpo al centro de criogenización antes de que se produzca la muerte biológica. Una vez allí, se reaniman las funciones de circulación y respiración para que los daños en el cerebro y en el organismo sean mínimos.

    Por esta razón, explica Albarrán, “cuando empiece a enfermar pasaré largos períodos en Estados Unidos, cerca de un centro de criónica”.



    ¿Cabeza o cuerpo?

    El antiguo director de Alcor California es el estadounidense de origen hispano Carlos Mondragón. Parte de su trabajo consistía en informar a los potenciales clientes de los altos honorarios que se pagan anualmente. Existen muchas modalidades, que dependen de si el paciente quiere que se le congele todo el cuerpo o únicamente la cabeza.“Quienes escogen la segunda modalidad están convencidos de que su identidad, su memoria, lo que ellos son o representan, está en el cerebro”, explica Mondragón. Naturalmente, guardar una cabeza es más barato –aproximadamente 60.000 euros– que mantener todo el cuerpo (120.000 euros). Estas cantidades pueden costearse con un seguro que se paga mensualmente, más otra cantidad suplementaria anual.

    Algunos de los pacientes más famosos que ya se encuentran criogenizados son el escritor Dick Clair, ganador de tres premios Emma, y el psiquiatra Donovan, experto en Neurología. Otros no lo consiguieron. Por ejemplo, el matemático Thomas Donaldson, que quedó privado de este deseo por un error de su mujer.



    Y también hay otro grupo, formado por personajes ilustres como Charles de Gaulle, Maurice Chevalier o Walt Disney, a caballo entre la leyenda urbana y la realidad de su supuesta criogenización. La primera española en ser criogenizada fue Cristina Comos, hija de Eulalia Castillejo. En 1996 una dolencia cardiaca mal diagnosticada truncó su vida cuando tenía 21 años. Su madre, entonces directora de una cadena de hoteles, decidió transportar el cuerpo en un avión hasta Estados Unidos, algo que pudo hacer “gracias a que tenía residencia australiana”, comenta Andrés Albarrán. Después sería su abuela de 80 años –quien residía en este país– la siguiente en seguir sus pasos. “Tener criogenizada a mi hija me ha devuelto la vida”, explica con ilusión Eulalia Castillejo cada vez que se le pregunta por este episodio. Tanta es su esperanza en la criogenización que, junto a su marido, se han construido un chalet cercano al complejo de Alcor en Arizona para cumplir con el mismo trámite. “El día de la defunción en mi casa la gente iba y venía como en una boda. Hubo incluso quien me ofreció una tumba para Cristina. No recuerdo quién fue. Solo sé que estaba llena de rabia y que aquella oferta, que tanto daño me causó, me hizo reaccionar. Me dije a mí misma: `Yo encontraré un lugar para ti que no sea la tierra´”. Dicho y hecho.




    ¿Es posible?

    Por el momento, nadie se atreve a asegurar el éxito completo del procedimiento criogénico. Todo se basa en esperanzas, sueños e ilusiones. Las voces críticas no provienen únicamente de la sociedad, sino también de los sectores científicos. Una de estas personas es Manuel Tello, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad del País Vasco y especialista en criogenia. Su posición es tajante: “La criogenización es la utopía de gente con cierto nivel económico a la que le cuesta creer que pueda morir”. El mayor problema reside en que la criogenización carece de base científica, lo que impide “afirmar o pensar de forma coherente que sus seguidores pueden resucitar”, comenta Tello. Lo cierto es que los defensores de la congelación tampoco se han mostrado nunca rotundos en cuanto a los exitosos resultados de la misma. El propio Carlos Mondragón lo reconoce. Sabe que no hay garantías y que “todo es mera especulación”. “Pero no estamos locos: es una especulación razonable”, añade. La diferencia que separa la postura de defensores y detractores se basa en que mientras los primeros creen que la ciencia podrá solventar los inconvenientes actuales, los segundos opinan que nada de eso sucederá. “Cuando congelamos un tejido con función vital-explica Tello– lo que hacemos es pararla. En la criogenización no se habla de un tejido que está muerto, sino de un tejido que tiene que recuperar la vida que tenía. Y, hoy por hoy, eso es imposible. Es casi pensar en la resurrección de la carne”. David Pegg, profesor de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), es de la misma opinión. “La resurrección humana es imposible”, dice. Otros, sin embargo, no piensan del mismo modo. Es el caso del criobiólogo Gregory Fahy, que afirma que hay una posibilidad de que “la estructura cerebral e incluso las funciones del cerebro se mantengan intactas al congelar este órgano y protegerlo con sustancias químicas como el glicerol”.

    También en este punto Manuel Tello se muestra tajante: “Entonces el cerebro sería como un disco duro y hasta el momento, que se sepa, no hay nada inerte. Todo está vivo”. Pese a todo, los partidarios de la criogenización siguen manteniendo sus ilusiones. Y más desde que han comenzado a vislumbrar en la nanotecnología el camino para convertir en realidad lo que hoy es ciencia ficción.


  4. #134
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    Predeterminado

    Cita Iniciado por JoseAntonio1 Ver Mensaje
    Y todavía sigo esperando tomarme unas cuantas tasas de cafe con Violis para ver que pasa.



    El antropófago venezolano Dorangel o Dorancel Vargas no sonaba precisamente arrepentido cuando declaró: “claro, como gente. Cualquiera puede hacerlo, pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para evitar enfermedades… sólo me como las partes con músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas. Con la lengua hago un guiso muy rico y los ojos los utilizo para hacer una sopa nutritiva y saludable”.


    No comía manos, pies o testículos y prefería los hombres a las mujeres porque aseguraba que el sabor era más recio y sabroso. Tampoco comía hombres gordos porque “tenían demasiado colesterol”. Confesó por iniciativa propia y hubo muchas dudas sobre si estaba inventándose sus crímenes, pero el hallazgo de restos humanos en su casa y en los alrededores no parecía dejar lugar a dudas. Para poder operar y cocinar con tranquilidad, improvisó un matadero y una cocina debajo de un puente.

    En la década del 90, Venezuela se estremeció ante la presencia de un demente que se comía a sus víctimas. Rápidamente popularizado por la prensa, ya que era el primer asesino serial de la nación, Dorancel Vargas Gómez, que pasó de un simple vagabundo a convertirse en un monstruo, es conocido hasta el día de hoy como “el comegente” o “el Hannibal Lecter de los Andes”. Cabe resaltar que debido a un error tipográfico de la prensa su nombre fue cambiado a Dorángel.


    Naturaleza caníbal

    Dorancel Vargas Gómez nació en la región de Caño Zancudo del estado de Mérida, Venezuela, el 14 de mayo de 1957, proveniente de una familia dedicada a la agricultura. Los escasos recursos económicos de su hogar lo obligaron a dejar los estudios cuando cursaba los últimos años de la escuela primaria. A raíz de esto, cambió sus actividades de granjero por la vida de ladrón. Durante ese tiempo fue encarcelado por delitos menores como robo de gallinas y ganado. Sin embargo su primera detención de gravedad no fue hasta años después.

    En 1995 fue arrestado gracias a la denuncia de Antonio López Guerrero, un amigo de Cruz Baltazar Moreno, quien sirvió de almuerzo a Vargas, y de quien solo sobraron sus pies y manos. Tras ser detenido, Vargas fue internado en el Instituto de Rehabilitación Psiquiátrica de Peribeca. Después de 2 años de tratamiento fue liberado una vez que la evaluación psicológica confirmó que no era una amenaza. No obstante Dorancel no recibió ningún tratamiento para su enfermedad mental, y su familia no pudo prestarle el apoyo necesario. Así el comegente huyó de su casa para visitar a la persona que lo denunció, Antonio López, después de comérselo se trasladó a la ciudad de San Cristóbal en el estado de Táchira, donde aparentemente llevó una vida normal como vagabundo.

    Al vivir en las calles mendigando, la policía pronto perdió su rastro, y Dorancel pasaba sus días merodeando por los márgenes del río Torbes, también en las cercanías del parque 12 de Febrero, con su compañero de celda Manuel.

    Al parecer el comegente construyó una rústica casa en un rancho abandonado, lugar donde se dedicó a sazonar a sus víctimas, aunque prefería dormir en un estrecho túnel bajo el puente Libertador. Es en este sector donde Dorancel hace amistad con los pueblerinos del área. Su siguiente víctima fue Manuel, su amigo y compañero de la cárcel, a quien cocinó en deliciosas empanadas, de acuerdo al testimonio de las personas que lo comieron sin saberlo. Cuando los oficiales le preguntaron por qué lo mató, Dorancel respondió: “como era tan buena persona seguro tenía que estar bien sabroso”. A partir de noviembre de 1998 el “Hannibal Lecter de los Andes” comenzó a matar personas cada semana.


    Cazar y comer

    Dorancel permanecía cerca de la orilla del rio Torbes, donde cazaba obreros y deportistas que habitaban o trabajaban en el sector. Cuando sus víctimas estaban desprevenidas, el comegente los atacaba con un tubo metálico de más de un metro de largo.
    Pudo haber asesinado y comido al menos 40 personas.

    Dorancel proseguía a descuartizarlos bajo el puente Libertador, guardaba las partes que él se comía y tiraba las manos, pies y cabezas en el monte camino a la granja abandonada donde los cocinaba. Los familiares de las víctimas pronto fueron a la policía para denunciar a los desaparecidos, pero los oficiales no pudieron hallar relación entre las víctimas, excepto que muchos de ellos eran hombres adultos.

    CONTINUA...
    Por Dios JA1 que cosa más desagradable.

    Alguien que hace una cosa así, no puede estar muy bien de la cabeza.

    Saludos

  5. #135
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    Predeterminado

    Cita Iniciado por eenriquee Ver Mensaje
    Por Dios JA1 que cosa más desagradable.

    Alguien que hace una cosa así, no puede estar muy bien de la cabeza.

    Saludos
    Hola eenriquee, desafortunadamente ese caníbal no fue el único con esa obsesión de matar para comer gente. Encontré mas relatos parecidos y aun peores.

    Es mas, me recuerdo haber visto una película Americana hace algunos años en que toda una familia era caníbal. Vivian en una granja. Atraian a sus víctimas a las granja, las mataban y luego la familia se preparaba un festín. Incluso invitaban a cenar amistades que no eran caníbales, ni sospechaban lo que comían, pero se decía que las cenas eran deliciosas. Una historia muy macabra.

  6. #136
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    Predeterminado El último minuto del año 999. El primer apocalipsis fallido.




    El primer fin del mundo

    Basílica de San Pedro (Roma) el 31 de Diciembre de 999. Son las doce de la noche.

    El papa Silvestre II se irguió hasta el altar mayor. La iglesia estaba a rebosar, y todos se habían arrodillado. El silencio era tan grande que se oía el roce de las mangas blancas del papa al moverse en torno al altar. Y hubo todavía otro ruido. Era un sonido que parecía medir los últimos minutos de los mil años de existencia de La Tierra desde la venida de Cristo. Resonaba en los oídos de los allí presentes como el latido en los oídos de quien tiene fiebre, con un ritmo sonoro, regular, incesante. La puerta de la sacristía estaba abierta, y lo que oían los asistentes era el tictac uniforme e ininterrumpido del gran reloj que colgaba dentro, con un latido por cada segundo que pasaba.

    El papa era un hombre de férreo poder de voluntad, tranquilo y concentrado. Probablemente había dejado adrede la puerta abierta de la sacristía, para lograr el mayor efecto en ese gran momento. No se movía ni le temblaban las manos.

    Se había dicho la misa de medianoche, y reinó un silencio mortal. Los presentes esperaban… El papa Silvestre no dijo una palabra. Parecía sumergido en la oración, con las manos elevadas al cielo. El reloj seguía su tictac. Un largo suspiro se elevó del pueblo, pero no pasó nada. Como niños con miedo a la oscuridad, todos los que estaban en la iglesia yacían con el rostro en el suelo, y no se atrevían a levantar la mirada. Un sudor de miedo cubría muchas frentes heladas, y las rodillas y los pies perdieron toda sensibilidad. Entonces, de repente, ¡el reloj cesó en su tictac!

    Entre los asistentes empezó a formarse en muchas gargantas un grito de terror. Y, muertos de miedo, varios cuerpos cayeron pesadamente en el suelo frío de piedra. Entonces el reloj empezó a dar campanadas. Dio una, dos, tres, cuatro… Dio doce… La duodécima campanada resonó extinguiéndose en ecos, ¡y siguió reinando un silencio de muerte!

    Entonces el papa Silvestre se volvió en torno, y con la orgullosa sonrisa de un vencedor, extendió las manos en bendición sobre las cabezas de los que llenaban la iglesia. Y en ese mismo momento todas las campanas de las torres empezaron un alegre y jubiloso repique, y desde la galería del órgano empezó a sonar un coro de gozosas voces, jóvenes y mayores, un poco inseguras al principio, quizá, pero haciéndose más claras y firmes por momentos. Cantaban el Te Deum laudamus: “A ti, Dios, te alabamos”.

    Todos los presentes unieron sus voces a las del coro. Pero pasó algún tiempo antes de que las espaldas en espasmo pudieran enderezarse, y la gente se recuperara del terrible espectáculo ofrecido por los que se habían muerto de miedo. Terminado de cantar el Te Deum, hombres y mujeres cayeron unos en brazos de otros, riendo y llorando e intercambiándose al beso de la paz. ¡Así terminó el año mil del nacimiento de Jesús!

    De esta impresionante manera describe el historiador Frederick H. Martens, en La Historia de la vida humana, lo que debió de pasar en aquella angustiosa noche en la que se creía, en toda Europa, que era la última noche, la que desencadenaba el temido fin del mundo.

  7. #137
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    Predeterminado El poderoso rey que condenó a muerte a un río.


    La curiosa sentencia de un rey que estaba acostumbrado a ganar.
    A lo largo de la Historia, los reyes han condenado a muerte a muchas personas, pero un poderoso rey condenó un río fue condenado a muerte, y lo más curioso es que la pena fue ejecutada. El rey en cuestión Ciro II el Grande, y su victima, el río Gyndes, hoy llamado Diyala, situado entre Irak e Irán.


    Lo cuenta Heródoto de Halicarnaso en el primero de sus nueve libros de Historia (apartados CLXXXIX y CXC), considerado por muchos como la fuente griega más fiable sobre Ciro II el Grande de Persia.



    Alrededor del año 540 a.C, el Rey persa Ciro II el Grande, estaba barriendo con sus ejércitos el este de Europa y muchos territorios del cercano oriente. Ahora avanzaba hacia la ciudad de Babilonia. Un día, él y su ejército llegaron a las orillas del río Gyndes (probablemente el actual río Diyala que fluye entre Irán e Irak y desemboca en el río Tigris).



    Antes de que se terminaran los preparativos para cruzarlo (lo cual no podía hacerse sino con barcas), uno de sus caballos blancos sagrados se lanzó al agua y trató de cruzar a nado, pero sumergido entre los remolinos, murió ahogado.




    El gran rey Ciro no estaba acostumbrado a recibir el desafío de nadie – ni siquiera de un río – y enfurecido por la muerte del caballo, le condenó con dejarle tan pobre y desvalido que hasta las mujeres pudiesen atravesarlo sin que les llegase el agua a las rodillas.


    Bajorrelieve de Ciro II

    Ciro aplazó su campaña contra Babilonia y ordenó ejecutar la sentencia. Para ello dividió en dos partes su ejército, cada uno en una orilla del Gyndes, marcando con cordeles 180 acequias a cada lado del río… y les ordenó que comenzasen a cavar…

    Cerca de tres meses duró la empresa, hasta que al final las acequias se convirtieron en 360 canales que desangraron el río. Al final de la colosal obra, Ciro marchó en señal de triunfo con sus hombres sobre el Gyndes, que quedó reducido a una red de arroyos insignificantes.





    Por suerte, la Naturaleza quiso que muchos años después el río volviese de nuevo a su cauce revocando la sentencia de muerte de aquel poderoso rey.

  8. #138
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    07-julio-2011
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    Predeterminado

    Cita Iniciado por JoseAntonio1 Ver Mensaje
    Y todavía sigo esperando tomarme unas cuantas tasas de cafe con Violis para ver que pasa.



    El antropófago venezolano Dorangel o Dorancel Vargas no sonaba precisamente arrepentido cuando declaró: “claro, como gente. Cualquiera puede hacerlo, pero hay que lavarla bien y condimentarla bastante para evitar enfermedades… sólo me como las partes con músculos, particularmente los muslos y las pantorrillas. Con la lengua hago un guiso muy rico y los ojos los utilizo para hacer una sopa nutritiva y saludable”.


    No comía manos, pies o testículos y prefería los hombres a las mujeres porque aseguraba que el sabor era más recio y sabroso. Tampoco comía hombres gordos porque “tenían demasiado colesterol”. Confesó por iniciativa propia y hubo muchas dudas sobre si estaba inventándose sus crímenes, pero el hallazgo de restos humanos en su casa y en los alrededores no parecía dejar lugar a dudas. Para poder operar y cocinar con tranquilidad, improvisó un matadero y una cocina debajo de un puente.

    En la década del 90, Venezuela se estremeció ante la presencia de un demente que se comía a sus víctimas. Rápidamente popularizado por la prensa, ya que era el primer asesino serial de la nación, Dorancel Vargas Gómez, que pasó de un simple vagabundo a convertirse en un monstruo, es conocido hasta el día de hoy como “el comegente” o “el Hannibal Lecter de los Andes”. Cabe resaltar que debido a un error tipográfico de la prensa su nombre fue cambiado a Dorángel.


    Naturaleza caníbal

    Dorancel Vargas Gómez nació en la región de Caño Zancudo del estado de Mérida, Venezuela, el 14 de mayo de 1957, proveniente de una familia dedicada a la agricultura. Los escasos recursos económicos de su hogar lo obligaron a dejar los estudios cuando cursaba los últimos años de la escuela primaria. A raíz de esto, cambió sus actividades de granjero por la vida de ladrón. Durante ese tiempo fue encarcelado por delitos menores como robo de gallinas y ganado. Sin embargo su primera detención de gravedad no fue hasta años después.

    En 1995 fue arrestado gracias a la denuncia de Antonio López Guerrero, un amigo de Cruz Baltazar Moreno, quien sirvió de almuerzo a Vargas, y de quien solo sobraron sus pies y manos. Tras ser detenido, Vargas fue internado en el Instituto de Rehabilitación Psiquiátrica de Peribeca. Después de 2 años de tratamiento fue liberado una vez que la evaluación psicológica confirmó que no era una amenaza. No obstante Dorancel no recibió ningún tratamiento para su enfermedad mental, y su familia no pudo prestarle el apoyo necesario. Así el comegente huyó de su casa para visitar a la persona que lo denunció, Antonio López, después de comérselo se trasladó a la ciudad de San Cristóbal en el estado de Táchira, donde aparentemente llevó una vida normal como vagabundo.

    Al vivir en las calles mendigando, la policía pronto perdió su rastro, y Dorancel pasaba sus días merodeando por los márgenes del río Torbes, también en las cercanías del parque 12 de Febrero, con su compañero de celda Manuel.

    Al parecer el comegente construyó una rústica casa en un rancho abandonado, lugar donde se dedicó a sazonar a sus víctimas, aunque prefería dormir en un estrecho túnel bajo el puente Libertador. Es en este sector donde Dorancel hace amistad con los pueblerinos del área. Su siguiente víctima fue Manuel, su amigo y compañero de la cárcel, a quien cocinó en deliciosas empanadas, de acuerdo al testimonio de las personas que lo comieron sin saberlo. Cuando los oficiales le preguntaron por qué lo mató, Dorancel respondió: “como era tan buena persona seguro tenía que estar bien sabroso”. A partir de noviembre de 1998 el “Hannibal Lecter de los Andes” comenzó a matar personas cada semana.


    Cazar y comer

    Dorancel permanecía cerca de la orilla del rio Torbes, donde cazaba obreros y deportistas que habitaban o trabajaban en el sector. Cuando sus víctimas estaban desprevenidas, el comegente los atacaba con un tubo metálico de más de un metro de largo.
    Pudo haber asesinado y comido al menos 40 personas.

    Dorancel proseguía a descuartizarlos bajo el puente Libertador, guardaba las partes que él se comía y tiraba las manos, pies y cabezas en el monte camino a la granja abandonada donde los cocinaba. Los familiares de las víctimas pronto fueron a la policía para denunciar a los desaparecidos, pero los oficiales no pudieron hallar relación entre las víctimas, excepto que muchos de ellos eran hombres adultos.

    CONTINUA...

    Que miedo con este sujeto...

    Nos echamos el cafecito, claro que si! Pero eso si, sin carne por favor...

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    La vida en Stand by
    Hasta ahora quienes confiaban en la criogenización como una alternativa a la muerte sabían que cualquier daño que se produjera en sus venas y arterias durante este proceso imposibilitaría “regresar” a la vida. Sin embargo, la nanotecnología está a punto de remediar ese problema y de dejar libre el camino hacia la inmortalidad.



    La muerte, una enfermedad incurable

    La hipótesis de la criogenización surgió en la década de los sesenta del pasado siglo. Fue la doctora Constance M. Ettinger, profesora de Física en el Highland Park College de Detroit (EE.UU.), quien la propugnó y la desarrolló en su libro Perspectiva de la inmortalidad. “La muerte, de momento, debe considerarse una enfermedad incurable”, explicó. Y acto seguido anunció que un cuerpo podría permanecer sumergido a la temperatura de ebullición del nitrógeno líquido a la espera de que “la ciencia tenga armas para curar esa enfermedad sin tratamiento”. La idea despertó las ilusiones de miles de personas en todo el mundo, hasta el punto de que algunas de ellas crearon sociedades criogénicas para conseguir que sus gobiernos autorizaran la posibilidad de congelar los cuerpos, siguiendo la teoría de Ettinger. Uno de estos grupos se encuentra en España. Es la Sociedad Española de Criogenización (SEC) y fue constituida en 1998. Su presidente y fundador, el ingeniero Andrés Albarrán, dice que “ver lo que pasará después de muchos años me haría una gran ilusión”. Tanto él como el centenar largo de miembros con los que cuenta la SEC confían en la criogenización como la mejor alternativa para burlar a la muerte. “Imagínate que te entierran o te incineran. En esos casos, las posibilidades de regresar a la vida son cero. Si te criogenizan al final de todos los ceros que pongas siempre habrá un 1”, comenta con cierta lógica este ingeniero de 74 años. Y añade: “Soy católico, pero hay algo que me hace desconfiar de la religión cuando nos dice que vamos a resucitar. Han pasado miles y miles de años y aquí nadie ha vuelto para contarlo ni ha visto a Dios”. Mantener esta ilusión requiere una gran perseverancia, sobre todo en España, que no admite la congelación de cuerpos vivos o inertes y tampoco que se saque un cadáver del país a no ser que se encuentre embalsamado, “lo cual resulta incompatible con la criogenización”, explica Albarrán. ¿Qué alternativa queda entonces? Solo Estados Unidos. En este país existen tres sociedades criogénicas en las que sí se puede congelar y custodiar un cuerpo hasta el momento en el que se decida devolverlo a la vida. La más importante es la Fundación Alcor para la Extensión de la Vida, que fue creada en 1972 y cuya sede se encuentra en Arizona.



    La siguen Cryonics, enclavada en Michigan, y la californiana Transtime. Respecto a Alcor, a pesar de contar con una publicación propia –Cryonics– en la que se informa de los últimos avances criogénicos, es imposible acceder a sus documentos internos, puesto que su política garantiza el anonimato y la confidencialidad a todos sus clientes. Sin embargo, actualmente se calcula que mantiene en sus instalaciones unos cien cuerpos congelados y otros doscientos en lista de espera, mientras que Cryonics posee medio centenar. En ambos lugares no se habla de clientes, sino de pacientes criopreservados, debido a la ausencia de muerte cerebral. Y es que los requisitos para optar a esta técnica no son tan sencillos como puede pensarse. Una de las modalidades consiste en congelar un cuerpo que ya esté muerto con la ilusión de que algún día esa circunstancia sea reversible, pero lo ideal es que la criogenización se efectúe antes de que ese hecho se produzca. ¿Significa, entonces, que se puede congelar un cuerpo vivo? No exactamente, ya que si fuera así las leyes de Estados Unidos acusarían al paciente de suicida y al médico de cooperante al suicidio. La solución se encuentra en que un centro médico declare a la persona clínicamente muerta. En ese momento se inicia una carrera contrarreloj para trasladar el cuerpo al centro de criogenización antes de que se produzca la muerte biológica. Una vez allí, se reaniman las funciones de circulación y respiración para que los daños en el cerebro y en el organismo sean mínimos.

    Por esta razón, explica Albarrán, “cuando empiece a enfermar pasaré largos períodos en Estados Unidos, cerca de un centro de criónica”.



    ¿Cabeza o cuerpo?

    El antiguo director de Alcor California es el estadounidense de origen hispano Carlos Mondragón. Parte de su trabajo consistía en informar a los potenciales clientes de los altos honorarios que se pagan anualmente. Existen muchas modalidades, que dependen de si el paciente quiere que se le congele todo el cuerpo o únicamente la cabeza.“Quienes escogen la segunda modalidad están convencidos de que su identidad, su memoria, lo que ellos son o representan, está en el cerebro”, explica Mondragón. Naturalmente, guardar una cabeza es más barato –aproximadamente 60.000 euros– que mantener todo el cuerpo (120.000 euros). Estas cantidades pueden costearse con un seguro que se paga mensualmente, más otra cantidad suplementaria anual.

    Algunos de los pacientes más famosos que ya se encuentran criogenizados son el escritor Dick Clair, ganador de tres premios Emma, y el psiquiatra Donovan, experto en Neurología. Otros no lo consiguieron. Por ejemplo, el matemático Thomas Donaldson, que quedó privado de este deseo por un error de su mujer.



    Y también hay otro grupo, formado por personajes ilustres como Charles de Gaulle, Maurice Chevalier o Walt Disney, a caballo entre la leyenda urbana y la realidad de su supuesta criogenización. La primera española en ser criogenizada fue Cristina Comos, hija de Eulalia Castillejo. En 1996 una dolencia cardiaca mal diagnosticada truncó su vida cuando tenía 21 años. Su madre, entonces directora de una cadena de hoteles, decidió transportar el cuerpo en un avión hasta Estados Unidos, algo que pudo hacer “gracias a que tenía residencia australiana”, comenta Andrés Albarrán. Después sería su abuela de 80 años –quien residía en este país– la siguiente en seguir sus pasos. “Tener criogenizada a mi hija me ha devuelto la vida”, explica con ilusión Eulalia Castillejo cada vez que se le pregunta por este episodio. Tanta es su esperanza en la criogenización que, junto a su marido, se han construido un chalet cercano al complejo de Alcor en Arizona para cumplir con el mismo trámite. “El día de la defunción en mi casa la gente iba y venía como en una boda. Hubo incluso quien me ofreció una tumba para Cristina. No recuerdo quién fue. Solo sé que estaba llena de rabia y que aquella oferta, que tanto daño me causó, me hizo reaccionar. Me dije a mí misma: `Yo encontraré un lugar para ti que no sea la tierra´”. Dicho y hecho.




    ¿Es posible?

    Por el momento, nadie se atreve a asegurar el éxito completo del procedimiento criogénico. Todo se basa en esperanzas, sueños e ilusiones. Las voces críticas no provienen únicamente de la sociedad, sino también de los sectores científicos. Una de estas personas es Manuel Tello, profesor de la Facultad de Ciencias de la Universidad del País Vasco y especialista en criogenia. Su posición es tajante: “La criogenización es la utopía de gente con cierto nivel económico a la que le cuesta creer que pueda morir”. El mayor problema reside en que la criogenización carece de base científica, lo que impide “afirmar o pensar de forma coherente que sus seguidores pueden resucitar”, comenta Tello. Lo cierto es que los defensores de la congelación tampoco se han mostrado nunca rotundos en cuanto a los exitosos resultados de la misma. El propio Carlos Mondragón lo reconoce. Sabe que no hay garantías y que “todo es mera especulación”. “Pero no estamos locos: es una especulación razonable”, añade. La diferencia que separa la postura de defensores y detractores se basa en que mientras los primeros creen que la ciencia podrá solventar los inconvenientes actuales, los segundos opinan que nada de eso sucederá. “Cuando congelamos un tejido con función vital-explica Tello– lo que hacemos es pararla. En la criogenización no se habla de un tejido que está muerto, sino de un tejido que tiene que recuperar la vida que tenía. Y, hoy por hoy, eso es imposible. Es casi pensar en la resurrección de la carne”. David Pegg, profesor de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), es de la misma opinión. “La resurrección humana es imposible”, dice. Otros, sin embargo, no piensan del mismo modo. Es el caso del criobiólogo Gregory Fahy, que afirma que hay una posibilidad de que “la estructura cerebral e incluso las funciones del cerebro se mantengan intactas al congelar este órgano y protegerlo con sustancias químicas como el glicerol”.

    También en este punto Manuel Tello se muestra tajante: “Entonces el cerebro sería como un disco duro y hasta el momento, que se sepa, no hay nada inerte. Todo está vivo”. Pese a todo, los partidarios de la criogenización siguen manteniendo sus ilusiones. Y más desde que han comenzado a vislumbrar en la nanotecnología el camino para convertir en realidad lo que hoy es ciencia ficción.

    Había visto un documental acerca de esto pero creo que se está muy lejos de lograr tal cosa. ¿Volver al cuerpo que se tenía? Y, más confuso aún, ¿volver? Pfffffff...

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    Cita Iniciado por Mechanic Hamlet Ver Mensaje
    Había visto un documental acerca de esto pero creo que se está muy lejos de lograr tal cosa. ¿Volver al cuerpo que se tenía? Y, más confuso aún, ¿volver? Pfffffff...
    Yo no volvería dos veces ni regalado. Saludos Hamlita.

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